Por
  • Gregorio Colás Latorre

La Inquisición y los Austrias

Detalle del cuadro conocido como 'La Virgen de los Reyes Católicos' en el que pueden verse a Fernando II de Aragón y el príncipe Juan(y el príncipe Juan) en el cuadro conocido como "la virgen de los Reyes Católicos"
Detalle del cuadro conocido como 'La Virgen de los Reyes Católicos' en el que pueden verse a Fernando II de Aragón y el príncipe Juan(y el príncipe Juan) en el cuadro conocido como "la virgen de los Reyes Católicos"
Museo del Prado

La Inquisición y los Austrias han sido dos de los hechos más influyentes en la modelación del alma hispana. Durante años el Tribunal (1480-1834) se presentó como una institución sedienta de sangre. 

En la actualidad los procesados y relajados se estiman muy por debajo de las cifras antaño manejadas. Pero el ajuste no implica rehabilitación. A la sangre vertida hay que sumar la violencia ejercida durante 354 años para imponer una ideología que parece haberse perpetuado parcialmente hasta la actualidad. A la herejía se sumaron otros delitos, en principio no relacionados con el dogma, las misiones encomendadas por la monarquía y las competencias del fuero inquisitorial. Juez y parte en los asuntos que atañían a sus miembros, el Tribunal estaba en todas partes. Con la monarquía, era la única institución común a toda España. Su condición de guardián de la fe, sus procedimientos y la jurisdicción sobre sus servidores la convirtieron en una institución inexpugnable y, quizá, única en el mundo, aunque en toda Europa se vigilaba la pureza de la fe, fuera reformada o católica, y la moral correspondiente. Desde su hegemónica posición hizo llegar a todo el territorio hispano, a través de los inquisidores territoriales, comisarios y familiares, el mismo mensaje. Fue una máquina homogeneizadora como ninguna otra en su tiempo.

La Inquisición castellana, instaurada en 1480 para acabar con los judaizantes, resultó imprescindible para los Austrias, cuya política económica y social abonó el terreno para su consolidación secular

La represión de la herejía implica prevenir su nacimiento. En aras de la ortodoxia se propugna una religión exterior hecha de ritos y ceremonias ostentosas. Se impone el cierre de fronteras y la censura. Se prohíbe estudiar en el extranjero. España queda fuera de las corrientes culturales que animaron a Europa durante los tiempos modernos. Al mismo tiempo triunfa un nuevo concepto sociopolítico, el cristiano viejo. El español sin mancha de sangre judía o mora aparece como modelo de buen cristiano y mejor súbdito. Los cristianos viejos son los representantes y dueños de España.

Con la monarquía, era la única institución común a toda España

El instrumento ideado por Fernando II para acabar con los judaizantes resultó imprescindible para los Austrias. Con él pudieron mantener la paz en España mientras intentaban someter a sus rebeldes súbditos europeos ganados a la causa luterana y calvinista. Esa política, los Habsburgo "contra el mundo", arruinó a Castilla. No fueron suficientes el tesoro americano ni el incremento fortísimo de la fiscalidad; precisaron además de las bancarrotas y de la venalidad, quizá el recurso socialmente más grave. La monarquía vendió títulos de nobleza, señoríos, cargos y baldíos. Así captó el dinero acumulado por los hombres de negocios que no dudaron en pasar a engrosar el mundo de los rentistas y privilegiados mientras fenecía el sector social que en Europa abanderaba el desarrollo económico y el progreso. Se menosprecia el trabajo manual, las artes mecánicas son calificadas de viles y se defiende, como ideal, el vivir de rentas. La Inquisición sobrevivió más de tres siglos no porque la sociedad se identificara con ella sino porque los reformistas carecían del potencial necesario para corregir el llamado, ironías del destino, Santo Oficio.

Gregorio Colás Latorre es catedrático de Historia Moderna y miembro de la Asociación de Profesores Eméritos de la Universidad de Zaragoza (Apeuz)

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión