Subdirector de HERALDO DE ARAGÓN

El Ibex, el récord y la realidad del mercado

El Ibex 35 superó esta semana los 11.000 puntos.
El Ibex 35 superó esta semana los 11.000 puntos.
Vega Alonso / Efe

La fulgurante subida de la Bolsa española en marzo hasta superar los 11.000 puntos ha generado, junto a la lógica satisfacción de los mercados, interpretaciones insuficientes y algo simples, cuando no falsas por parte de algunas instituciones y analistas: ni el mercado está subiendo por la acción de un gobierno ni tiene una relación causal con el crecimiento del PIB.

 Si fuera así, sería tan sencillo como invertir o desinvertir de acuerdo a las previsiones macroeconómicas. El mercado es más bien un estado de ánimo y no está de más recordar que, en términos históricos, la Bolsa es alcista. La subida del Ibex 35 está acompañada del incremento general de los índices europeos y, naturalmente, de los estadounidenses. El S&P 500, índice rector de las bolsas mundiales, ha subido un 31% en un año en un marco de elevados tipos de interés. En concreto, las acciones denominadas ‘Siete Magníficas’, las tecnológicas de referencia en el mercado internacional, han pulverizado registros: Microsoft ha subido un 50% en un año; Amazon un 82%; Meta se ha elevado un 137% y Nvidia el 236%. Sin un crecimiento sostenido en beneficios, flujo de caja y bajo apalancamiento sería imposible lograrlo. Y en ese punto es preciso explicar el contexto de la Bolsa española, que se ha estirado gracias al excelente comportamiento del sector bancario. Apenas un selecto grupo de empresas cotizadas españolas ofrece un rendimiento en los fundamentales extraordinario. Y, de ellas, solo unas pocas -en la mente de todos- podrían cotizar en el S&P 500. Además, frente a lo que no se dice habitualmente, la presencia accionarial en las cotizadas españolas de las grandes carteras de fondos mundiales de inversión, como Black Rock, es creciente y determinante. La subida del Ibex 35 es una gran noticia en términos de capitalización de las compañías y de beneficio de los inversionistas. Pero a las empresas españolas les sigue faltando músculo.

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