Resistencia

Cada vez está más claro. En la política española la clave del éxito no está ni en la virtud ni en la excelencia, sino en la resistencia. A cada ocasión que se presenta, la realidad nos devuelve la imagen de un líder que alcanza su objetivo solo con perseverar.

Si es preciso negando la evidencia, si esta no coincide con sus planes de futuro. Alberto Núñez Feijóo fracasó en las últimas elecciones generales, no solo por obtener unos resultados por debajo de las expectativas abiertas en las elecciones municipales de mayo, sino por la imposibilidad de formar gobierno ni siquiera con el apoyo de la extrema derecha. Lejos de reconocer la situación, se obstinó en afirmar que había ganado y, a fuerza de repetírselo a sí mismo y a todo el que quisiera escucharle, hoy sigue siendo el candidato de la derecha. No será brillante, pero es efectivo.

Por su parte, Carles Puigdemont, al día siguiente de la huida de la Cataluña independiente, instaló en su Camelot belga una corte de cartón piedra. Se autoproclamó presidente de una república en la que ni él mismo había creído y, a pesar de lo ridículo y de lo poco digno de la situación, se mantuvo y resistió. Hoy hace planes para regresar, incluso fabula con ocupar de nuevo la presidencia de la Generalitat. Ni por asomo podía imaginarse en esta situación hace tan solo unos meses. Pero el maestro de la resistencia ha sido Pedro Sánchez, que no solo la practica, sino que llegó a escribir su propio manual. Lo que tal vez no imaginaba entonces es que, como en política las reglas son para todos, lo que ayer fue juego de ventaja y oportunidad se haya convertido tan rápido en instrumento predilecto de los adversarios.