Por
  • Jesús Morales Arrizabalaga

Formación de ciudadanos

Formación de ciudadanos
Formación de ciudadanos
Krisis'24

En las últimas décadas hemos desarrollado en España un buen sistema educativo universal; la confianza en su fortaleza lo ha cargado con responsabilidades impropias. 

Además de esperar que en él se transmitan conocimientos y procedimientos, le delegamos la parte principal de formación de ‘personas’ y ‘ciudadanos’. ¡Nada menos!

Dejo para otro momento la ‘formación de personas’. Me centro hoy en la ‘formación de ciudadanos’.

¡Somos ciudadanos! Creo que hemos perdido conciencia de la relevancia de esta afirmación, de los esfuerzos individuales y colectivos necesarios para generar y consolidar este título. Como parte del pueblo español somos propietarios de un trocito de poder político soberano; ese que nos permite ser dueños de nuestro destino y que tanto nos diferencia de épocas o civilizaciones sometidas a poderes externos.

Nuestros hijos van a recibir como herencia un fragmento de poder político soberano: ciudadanos de pleno derecho

Pienso ahora en nuestros menores de edad pero que tienen ya cerca el momento en que van a recibir ese título político, ese honor de ciudadano de pleno derecho (el ‘cives optimo iure’ romano). Se trata de pensar qué necesitan para reconocer el valor de ese legado y para utilizarlo con conocimientos y destrezas que lo harán útil. Del mismo modo que instruiríamos a un heredero para que administre bienes materiales que va a recibir.

Soy muy escéptico sobre la adecuación de la enseñanza reglada en entorno colegial para la formación en este tipo de creencias y valores abstractos. En ese segmento de edad hay una resistencia al adoctrinamiento –a lo que se perciba como adoctrinamiento– que propiciará la adopción de posiciones distantes o contrarias. No veo que la integración de la formación religiosa en el currículo llene las iglesias. Del mismo modo, el intento de inoculación de valores democráticos está coincidiendo con un brote anómalo de posiciones totalitarias o, directamente, de negación de la política como bien, como virtud.

Nuestros hijos construyen su sistema de valores. Es magnífico que lo hagan así. En este tipo de materias aprenden de la experiencia, de la observación personal directa más que de libros de texto. Por eso es tan grave lo que está pasando: las prácticas de los políticos de profesión que perciben cada día son el ejemplo en el que aprenden.

Hemos desacreditado la idea de ejemplaridad; ¡mal negocio! La rechazamos porque pensamos en libros rancios de ‘vidas ejemplares’. Pero un ejemplo no connota necesariamente la idea de ‘bueno’; es cualquier conducta propicia para ser imitada. Para el que crece en un entorno de narcotráfico el ejemplo es el del capo.

Administrar este capital requiere formación; la mayor parte de ésta la adquieren imitando el comportamiento de los políticos

Nuestros hijos imitarán al político que nunca contesta a lo que se le pregunta en sesiones llamadas de control; interiorizarán la idea de ausencia de control. Aprenderán que el discurso con el que se articula la sociedad política necesita ser tolerante con la mentira, con el cambio de valores por simple oportunidad. Llamarán exageraciones electorales al engaño. Percibirán la maleabilidad de convicciones si sirve para la supervivencia en la profesión política. Asumirán que ingeniosas contabilidades electorales generan mayorías divergentes. La idea misma de mayoría quedará desprestigiada. No creo que la de democracia quede indemne.

Verán que es más cómodo buscar un voto diputado que un laborioso esfuerzo para generar consensos sostenidos por mayorías sociales. Aprenderán que la política es dominación, no persuasión.

Ninguna asignatura ni adoctrinamiento compensará este aprendizaje de imitación de ejemplos dañados y nocivos.

Jesús Morales Arrizabalaga es profesor de la Universidad de Zaragoza

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión