Despierta la amenaza del fanatismo terrorista

Flores y velas recuerdan en Moscú a las víctimas del atentado terrorista.
Flores y velas recuerdan en Moscú a las víctimas del atentado terrorista.
Anton Vaganov / Reuters

Igual que hicieran los militantes de Hamás que el 7 de octubre asaltaron a sangre y fuego los kibutz israelíes, los terroristas que el viernes asesinaron a más de ciento treinta personas en Moscú grabaron sus crímenes y se grabaron a sí mismos cometiéndolos, como si matar a civiles desarmados fuera una hazaña de la que presumir. Aberración sobre aberración. Pero una vez que el Estado Islámico del Jorasán ha difundido el vídeo, pocas dudas quedan sobre la autoría del atentado. Lo que no impedirá seguramente al régimen de Putin buscar o inventar conexiones ucranianas con las que justificar algún endurecimiento de sus acciones militares y, sobre todo, con las que desviar la atención del clamoroso fallo de sus servicios de seguridad que revela el ataque de la sala de conciertos Crocus (los crocus, por cierto, son plantas de la familia del azafrán). Aseguran las fuerzas de seguridad de Putin, y lo ha repetido el propio presidente ruso, que los detenidos en relación con los hechos pretendían huir por la frontera ucraniana. Como si no fuera ese el tramo más vigilado y reforzado entre los miles de kilómetros de fronteras que tiene Rusia -no en vano hay allí desplegados cientos de miles de soldados- y, por tanto, el más difícil de burlar, por más que los terroristas tuvieran «contactos». Por otra parte, la implicación de Kiev resulta altamente inverosímil cuando la defensa de Ucrania depende enteramente del apoyo de Occidente, cuyas opiniones públicas no podrían respaldar la ayuda militar y económica a un gobierno que se embarca en actos de puro terrorismo. En cualquier caso, hay que condenar radicalmente el salvaje atentado cometido el viernes en Moscú, que ha segado la vida de tantos inocentes. Y que para los países occidentales debe servir como advertencia. Si los movimientos yihadistas parecían dormidos, no lo están. Y habrá que ponerse en guardia.

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