Dos linajes con arraigo en Zaragoza

Dos linajes con arraigo en Zaragoza
Dos linajes con arraigo en Zaragoza
Lola García

Con pocas semanas de diferencia han aparecido dos recordaciones de sendas estirpes de hombres públicos muy vinculados a Zaragoza. La primera es de juristas y políticos, los Comín, y la firma Pedro Galán (‘Standum est chartae’ 24). La segunda, de influyentes arquitectos, los Borobio, y es obra de uno de ellos, Regino (La Cadiera, 664). 

Ambos linajes han modelado parte de nuestra vida colectiva y puede tomarse pie en esas síntesis para evocarlos, pues ambos tienen miembros en activo, según la tradición familiar respectiva.

Los Comín

Bienvenido Comín Sarté (1828-1880) nace en una familia carlista huida a Francia, estudia Derecho y lo aprende bien, como abogado y como jurista, que no son cosas idénticas. Trabaja mucho para impecunes (‘el abogado de los pobres’), es seguidor de la praxis cristiana de san Vicente de Paúl y persiste activamente en el carlismo paterno. Su hijo, Pascual Comín Moya (1855-1928), sigue sus pasos: será abogado notorio, decano del Colegio profesional, germanófilo declarado en la I Guerra Mundial e intransigente ‘jaimista’, esto es, partidario de Jaime de Borbón y Borbón-Parma (Jaime III, para sus seguidores aragoneses) que también aspiraba al trono de Francia. (Este Jaime, por su nombre completo, era Jaime Pío Juan Carlos Bienvenido Sansón Pelayo Hermenegildo Recaredo Álvaro Fernando Gonzalo Alfonso María de los Dolores Enrique Luis Roberto Francisco Ramiro José Joaquín Isidro Leandro Miguel Gabriel Rafael Pedro Benito Felipe. Tomen aire). Dejó organizado el carlismo en Aragón, incluidas, Calatayud, Borja, Tarazona, Caspe, Ejea, Huesca, Teruel y Alcañiz.

Su hermano y colega Francisco Javier ejerció el decanato de la Facultad de Derecho de 1921 a 1928 y fue cofundador del ‘El Noticiero’ (1901), diario portavoz del fuerte conservadurismo católico local. Se doctoró en Historia y ganó plaza de archivero. Su hijo y seguidor Jesús, a los siete días del alzamiento de Franco, trajo a Zaragoza a dos mil requetés, armados y encuadrados. Le pusieron su nombre a una calle y luego se la quitaron.

De él nació Alfonso Carlos Comín, afincado en Barcelona y famoso dirigente comunista cristiano (‘Cristiano en el Partido, comunista en la Iglesia’ fue un libro suyo muy leído), al que Zaragoza dedicó una vía: Comín de quitar y poner.

Y de Alfonso Carlos viene Antoni (Toni) Comín Oliveres, el prófugo separatista y marido del diseñador Sergi Corbera: fue seguidor de Maragall, luego de Junqueras y ahora no se separa un minuto de Puigdemont. En común con toda su estirpe tiene que es hombre jovial y tan leído como entregado e integrista. De lo que sea, pero integrista.

En las ciudades arraigan apellidos característicos que acaban por encarnar dedicaciones profesionales, en este caso la abogacía y la política o la arquitectura

Los Borobio

El patriarca fue Don Patricio, hijo de sorianos, que vino de Compostela a ejercer como catedrático de Pediatría, con gran competencia. Aún se le recuerda en los medios clínicos. Dos de sus hijos fueron excelentes arquitectos, Regino (Zaragoza, 1895) y José Borobio Ojeda (Zaragoza, 1907).

Regino, profesional reputadísimo y requerido, tuvo ocho vástagos, dos de ellos colegas suyos: Luis y Regino, hoy el patriarca.

Luis trabajó con Fisac. Fue profesor universitario en las universidades de Bogotá y Medellín. ejerció en Sevilla como catedrático de Estética y siguió enseñando en Pamplona. Su hermano menor, Regino (Zaragoza, 1940) es padre de diez hijos (los Borobio Sanchiz). Cuatro son arquitectos (Javier, Manuel –premiado por su plan para el litoral gallego–, Belén y Sonsoles); y una (Clara) es aparejadora e ingeniera de Construcción y ejerce oficios concomitantes. Javier, Sonsoles y Clara trabajan en el histórico estudio familiar. Un vivero de talentos.

José, dibujante extraordinario y cooperador de su hermano mayor, tuvo tres hijas de Dora Enciso (Victoria, Pilar y Ángela), que no estudiaron arquitectura. Mónica Vázquez lo ha recuperado con sus estudios en estos últimos lustros y subrayado sus trabajos en no menos de cuarenta pueblos de Aragón y Cataluña (Instituto Nacional de Colonización).

Los arquitectos hablan mediante sus construcciones y las de los Borobio son abundantes, variadas y apreciadas. Cabe aquí solo una mínima parte. Bastantes de ellas pueden verse en Zaragoza (aunque ya no el Convento de Jerusalén, derribado en 2023) y no faltan fuera algunas notables, como la Universidad Autónoma de Madrid. En su aquilatada guía de Zaragoza, José Laborda dedica a los edificios de esta notable familia más fichas que a nadie. En el centro de la capital aragonesa subsisten el antiguo Instituto de Previsión (Costa 1), los edificios de Sanclemente, 22 y Plaza de Aragón, 5 y, con gran visibilidad, la Confederación Hidrográfica del Ebro, la antigua y la nueva Feria de Muestras (a cargo de sucesivas generaciones), la Ciudad Universitaria o el ‘Pirulí’, la torre de comunicaciones en la zona de la Vía de la Hispanidad. Mucho trabajo y bien hecho.

Los Borobio son gente cumplidora. Y, al revés que los Comín, se exhiben poco. Lo cual, antaño acaso no, pero, en este siglo sí debe tenerse por virtud.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por Guillermo Fatás en HERALDO)

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