Las expresiones populares de la Semana Santa vuelven a llenar las calles de los pueblos y ciudades de Aragón, en una manifestación colectiva que fusiona la devoción con la cultura, la tradición y el turismo, y que, naciendo de un mismo fundamento religioso, presenta una gran variedad de modulaciones por toda nuestra geografía. 

La participación popular será como siempre la clave de unos días que ofrecen también la oportunidad de un descanso vacacional.

La conmemoración y recreación de la Pasión alcanza en España un grado de espectacularidad que no desmiente su carácter religioso, sino que le suma valores artísticos y antropológicos que invitan a viajar para conocer las muy diversas expresiones que adquiere según los lugares. En Aragón, la variedad es también grande, y nuestra Semana Santa cuenta además con el rasgo singular que ofrece el sonido atronador de los tambores y los bombos, tan característicos de las celebraciones en Zaragoza y en los pueblos del Bajo Aragón. Estos días permiten a muchas personas disfrutar de un periodo de descanso, de modo que serán millones los desplazamientos que se produzcan y los hoteles y los establecimientos de hostelería recibirán un muy necesario impulso económico. Pero lo fundamental serán las procesiones y las representaciones, que volverán a contar –si el tiempo no lo impide– con una muy nutrida participación popular. En primer lugar, la de los miles de cofrades que se preparan durante meses para dar vida a los misterios de la Pasión. Y además, la afluencia de decenas de miles de personas que seguirán en las calles el recorrido de las hermandades con sus pasos artísticos y sus toques. La Semana Santa aragonesa, en su diversidad, constituye un elemento de nuestra identidad colectiva y aporta una extraordinaria unión de atributos religiosos, culturales y sociales que debemos conservar.