Las obras de demolición de la vieja Romareda comenzarán este próximo mes de julio. La previsión es que el derribo del graderío del gol sur reducirá el aforo en unas 7.000 localidades, cifra que podría incrementarse hasta las 9.000 en función del perímetro de seguridad. 

La principal complejidad de levantar el nuevo estadio reside en que los trabajos no se detendrán durante el tiempo de competición, con lo que la adjudicataria deberá extremar la seguridad dentro del estadio y en su entorno. Especial atención deben recibir los socios, el activo más importante del Real Zaragoza.

Las obras de la primera fase de este emblemático proyecto, que incluirán la demolición del Cubo y la antigua gerencia de Urbanismo, saldrán a licitación el próximo lunes y se adjudicarán a finales de mayo para poder iniciar los trabajos en julio. Una cuestión clave es el acomodo de los socios. La masa social, pilar del club blanquiazul, está expectante e ilusionada con el hecho de que por fin se pueda disponer de un estadio de primera categoría con el que aspirar a ser sede del Mundial de Fútbol que organizarán en 2030 España, Portugal y Marruecos.

La construcción del nuevo coliseo de la capital aragonesa se hará por fases, lo que permitirá que el equipo pueda seguir jugando la mayoría de los partidos en casa, sin descartarse que algún encuentro tenga que disputarse fuera por motivos de seguridad. En este sentido, los directivos del club siguen trabajando en el plan para reubicar a los socios a lo largo del proceso. Se están estudiando diferentes opciones, ya que la magnitud del proyecto, que no concluirá hasta finales de 2028, obliga a hacer una evaluación en profundidad. Debe elegirse la opción que menos trastornos suponga para la afición, que esta temporada ha superado los 28.800 abonados.