De fácil acceso en Internet, la primera fotografía está protagonizada por dos jóvenes trabajadoras. La indumentaria de su oficio (pantaloneta, top y mitones con los nudillos reforzados) deja a la vista sus pies, piernas, vientres, espaldas, cuellos, hombros, brazos y dedos de las manos. También las cabezas van descubiertas.

En el instante captado por la fotografía, una de las mujeres está recibiendo en pleno mentón un rotundo rodillazo de la otra, propinado de abajo arriba. Se nota que el rostro que encaja el impacto ya estaba desfigurado y tumefacto por acciones previas. Del mismo modo, el de la mujer que golpea no tiene mejor aspecto, especialmente su ojo izquierdo, convertido en una ranura entre dos párpados hinchados, a punto de reventar.

El dramatismo de la escena se ve atrozmente incrementado por el intenso rojo que domina ambos cuerpos. En forma de salpicaduras y huellas, buena parte de la piel de cada mujer lleva impresa su sangre y la de su adversaria, como si las vinculara una combativa hermandad.

En la segunda fotografía que inspira esta columna, publicada en los medios de comunicación, aparecen posando en sede oficial el presidente del Gobierno de España y un eminente profesional del mismo ramo en el que trabajan las dos mujeres aludidas.

Poco después del encuentro que refleja la imagen anterior, la ministra y portavoz del Gobierno declaró que el maltrato descrito en este texto es parte de una "disciplina deportiva" digna de reconocimiento. Por lo visto, los gobiernos progresistas ya no hablan de explotación ni de condiciones laborales dignas. Cualquier día nos dirán que la prostitución es una actividad recreativa muy recomendable.

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