Por
  • Felipe Zazurca González

La guerra no es problema local

Daños causados por un bombardeo ruso en una ciudad ucraniana.
Daños causados por un bombardeo ruso en una ciudad ucraniana.
Reuters

Éric Vuillard es un escritor y cineasta francés de éxito. Todos sus libros se centran en acontecimientos de la historia. Son relatos en los que nos ofrece una visión desmitificadora y demoledora de episodios decisivos de la historia. En todos se pone de manifiesto una de las características principales del modo de hacer de Vuillard: su condición de gran polemista.

La editorial Tusquets ya ha publicado unos cuantos relatos: ‘El orden del día’, donde nos cuenta una reunión secreta mantenida en el Reichstag en 1933 en la que los grandes empresarios alemanes ofrecieron enormes cantidades de dinero a Hitler para consolidar su liderazgo; ‘La batalla de Occidente’, con acento en el absurdo desarrollo de la I Guerra Mundial; ‘La guerra de los pobres’, que describe la sublevación de los campesinos de 1524 en el sur de Alemania, extendida a Alsacia y Austria; y ‘14 de julio’, un relato de la revolución francesa desde la perspectiva del pueblo llano.

He terminado recientemente ‘Una salida honrosa’. En esta quinta entrega, Vuillard se extiende en contarnos las lamentables decisiones de políticos, militares y banqueros franceses durante la guerra de Indochina, movidos exclusivamente por el afán de poder, notoriedad y dinero. El relato no tiene desperdicio, y concluye un mensaje indiscutible: mientras los que mandan, los poderosos, manejan estrategias, proyectos, ambiciones…, el pueblo sufre impotente los dramas de la guerra: muerte, dolor, hambre, exilio… Más allá de las heridas y las ausencias, también duele la indiferencia de los de arriba.

Los que nacimos en el siglo pasado, aunque ya estuviera avanzada su mitad, hemos conocido, tal vez con lejana pasividad, guerras extendidas por todo el orbe: Vietnam, Malvinas, Oriente Medio, Balcanes, Golfo Pérsico, tantos conflictos ubicados en África (Etiopía, el Congo, Sudán…). Estamos quizá acostumbrados a ver el problema desde lejos, la sensibilidad nos afecta cuando todo explota y se va apagando conforme el conflicto se enquista y la conciencia se adormece.

La guerra provocada por la invasión de Rusia a Ucrania sigue en pleno drama, pero se intuye cierta pérdida de intensidad informativa e inclinaciones solidarias. El conflicto de Gaza parece contemplarse exclusivamente desde la perspectiva de posicionamientos políticos. Mientras tanto, en uno y otro caso, los muertos son reales, los más débiles lloran sus heridas y tragedias, los territorios son arrasados y sólo quedan gritos en medio de la nada. Hace unos días una persona comprometida me movía a reflexión afirmando que estos problemas no deberían ser cuestión de izquierdas o derechas, sino de derechos humanos.

Hemos estado viviendo como si la guerra fuera tema ajeno a nuestras vidas. Craso error, porque la historia nos demuestra que la guerra puede estar a la vuelta de la esquina. Recientemente, Putin amenazaba a Europa con una guerra nuclear. Es tiempo de analistas, politólogos y expertos, pero no cabe la táctica del avestruz cuando ya han sonado tambores de guerra. Cada cual puede interpretar toda afirmación como considere, pero no está de más plantearse qué puede ocurrir con tanto líder de freno descontrolado frente a una Europa decadente, con los valores más bien de capa caída.

Felipe Zazurca González es fiscal jefe de la Audiencia de Zaragoza

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