Antiedadismo

No es justo descartar a las personas por su edad.
No es justo descartar a las personas por su edad.
Manuel Álvarez

Buscaba una peluquería de urgencia y la encontré por casualidad. Llevaba días pensando en cortarme las greñas. Entré en un local donde unas cuantas peluqueras, la mayoría de allende los mares, trabajaban cada cual con su clientela. 

Me tocó en suerte una que no era joven, tal vez tan vieja como yo. Por la forma en que me miraba, capté que la sabia mujer me había comprendido nada más verme. Me desaconsejó el corte radical. No soy partidaria de arriesgados cambios de imagen. Me pidió que confiase en ella. A la media hora ya estaba en la calle siendo yo misma, cosa muy difícil algunas mañanas. Todo esto viene a cuento porque había escuchado en la radio que el “edadismo” (palabra que no acaba de gustarme) afecta no solo a los viejos que son tratados como si fueran niños, a los que se rugia con Nenuco ignorando sus gustos de toda la vida, robándoles la dignidad. El “edadismo” afecta al mundo laboral de forma igualmente cruel. Para un mismo puesto de trabajo, un candidato de 35 años tiene el triple de entrevistas que uno de 45. Yo, que creo que la experiencia es un privilegio, siempre elegiría al de 45, pero el mundo no funciona así. Por la tarde fui a la presentación de “Familia raras”, precioso librito del genial Mariano Gistaín, ilustrado por el genial Isidro Ferrer, de la colección Letras de Año Nuevo que publica el IAE. Me reencontré con viejos amigos. Diría que casi todos los asistentes peinábamos canas. Qué felicidad y qué ratito tan bueno. La única pena era la de notar la ausencia de algunos viejos amigos que ya no están. Brindaríamos con ellos de todos modos, como si hubieran vuelto en una proyección “gistaniana” de nuestros pensamientos.

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