Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

Política histérica

Política histérica
Política histérica
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Podemos, Vox y los independentistas han contagiado de populismo al PSOE y al PP. Esta es una de las tesis del ensayo ‘Manifiesto por una democracia radical’, que acaba de publicar el exministro Jordi Sevilla. 

Lo cierto es que día a día se multiplican los episodios bochornosos en los que políticos de variada índole sobreactúan y se enzarzan en peleas dialécticas que no le interesan a nadie.

Esta misma semana, Aragón ha sido testigo de uno de estos rifirrafes: la diputada del PP Carmen Herrarte ha acusado al socialista Álvaro Burrell de llamarla "sinvergüenza", mientras que el diputado del PSOE ha calificado las acusaciones de "injurias" y ha aclarado que lo que le dijo fue que era una persona "sin vergüenza". Sucesivos episodios de este enconamiento han llevado a un veterano observador de las Cortes a afirmar que hemos entrado en una fase de ‘política histérica’ en la que se organizan grandes broncas por los asuntos más nimios.

Las crónicas parlamentarias hablan de bronca en las Cortes aragonesas, de insultos en el Congreso de los Diputados, de crispación en el Senado e incluso de tiranteces entre los eurodiputados españoles

Esta excitación parlamentaria local es, en realidad, un contagio de la nacional e incluso internacional. A España también han llegado los discursos de odio que recorren las redes y que han aupado a personajes como Trump, Salvini, Orban… En vez de cumplir con su obligación pedagógica de dar ejemplo de moderación, han impuesto la mala educación, la frivolidad y la cosificación del oponente, al que han convertido en el ‘enemigo’. Así, la Carrera de San Jerónimo se ha transformado en caja de resonancia de esta política histérica que agita el insulto y la demonización del contrario. Unos y otros convierten problemas perfectamente discutibles en asuntos intratables. Les resulta más cómodo prosperar en la discordia que afanarse en negociar el pacto.

En esencia, la sociedad española no está polarizada. Bastante tiene la gente corriente con tratar de salir adelante, para lo cual es indispensable un mínimo de concordia. Sin embargo, los partidos suelen recurrir a activar la emotividad de sus respectivas hinchadas porque siempre es mucho más fácil manipular las emociones que la razón. La clase política moderada está ahora tan focalizada en las peleas internas entre los dos bloques que tiende a confundir sus intereses particulares con los generales. Mientras tanto, cada partido extremista concentra sus esfuerzos en los asuntos que fracturan a la sociedad en dos bandos para dejar claro que él es el líder de uno de ellos.

La política ha entrado en un estado entre neurótico e histérico

Acabar con esta ‘política histérica’ es responsabilidad de todos. Para empezar de los partidos que articularon la Transición. Los grandes retos que tiene el país exigen pactos de Estado entre PSOE y PP. Su obligación es decir ya basta a esta polarización que hace que pactar sea cosa de cobardes. Su incapacidad para alcanzar acuerdos es una anomalía política que pervierte el funcionamiento de la democracia y genera populismos.

También los ciudadanos, que somos los primeros interesados en que el sistema funcione, debemos evitar que políticos con una anormal sensibilidad a flor de piel nos impongan conflictos ficticios e histéricos; es la única forma de empujarles a solucionar los reales. La Historia demuestra que sin tolerancia no hay libertad ni democracia, porque la democracia es en esencia la manifestación política de la tolerancia.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por José Javier Rueda en HERALDO)

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