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Cartas al director de HERALDO: La paciencia del paciente

La sala de espera de Urología, en la foto, se queda pequeña para el número de pacientes citados
La paciencia del paciente
Javier Escriche

La paciencia del paciente

Según el Diccionario de la RAE, paciente significa "que tiene paciencia; persona que padece física y corporalmente, y especialmente quien se halla bajo atención médica". Es difícil definir mejor a quienes pacientemente soportamos las listas de espera en la sanidad aragonesa, tanto en cirugía como en algunas especialidades. 

Que llevas un año esperando una resonancia magnética, paciencia. Que hace dos años que no te revisan en Oftalmología tu tensión ocular, paciencia. Que estás esperando desde hace ocho meses a que te visiten en Dermatología lo que pudiera ser un carcinoma, paciencia. Si necesitas ir a urgencias y tienes que esperar ocho horas a que te atienda un médico, ten paciencia. Y si el hospital Miguel Servet se nos cae a trozos, sé paciente. Mientras tanto, el consejero de Sanidad, médico de profesión, no parece capaz de encontrar la receta adecuada para este mal. Es verdad que buena parte del problema lo ha heredado del gobierno anterior (que tampoco supo gestionar mucho mejor nuestra salud); pero recuerdo cómo en la campaña electoral su partido prometía rebajar las listas de espera y, de momento, van justo en la dirección contraria (el pasado mes de enero, 432 pacientes más en lista de espera quirúrgica, alcanzando la cifra récord, por ahora, de 8.397). Nada de esto parece preocupar al señor Azcón, que sigue encantado de haberse conocido y prefiere poner el dinero de todos los aragoneses para construir un campo de fútbol para que juegue el equipo de una sociedad anónima. Pues eso, sigamos siendo pacientes…

Manuel Monterrubio Gala. ZARAGOZA

El uso del casco

En relación con el uso del casco como medio de protección, tanto para los usuarios de patinetes como de bicicletas, leído artículo en prensa, no entiendo que no sea obligatorio en ambos casos. El riesgo es el mismo para el conductor de los mencionados vehículos de movilidad personal. ¿O hay que esperar a que se produzcan accidentes de bicicletas para tomar cartas en el asunto y a partir de ese momento aprobar en la ley de seguridad vial la obligatoriedad del casco? No entiendo los políticos en qué piensan. Porque la seguridad personal no es un juego.

Pascual Enrique Gimeno García. ZARAGOZA

Cabeza, esfuerzo, salud y corazón

Sobre el tema de la educación, Manuel Vilas escribía en HERALDO, el 1 de febrero, para solicitar clases con número reducido de alumnos, profesores con espíritu joven y menos ‘funcionarismo’, y terminaba sugiriendo más excelencia a los docentes, añadiendo, con hipérbole, que se les debería pagar "como a ministros". Valoro de sus ideas aquellas en las que insiste en la perfección de una profesión que debe ser asumida desde la motivación. Como profesor y funcionario aún en activo con 42 años de docencia, tengo cierta experiencia para creer que en esto de instruir conocimientos escolares nadie debe arrogarse razones, porque es tarea complicada y siempre deberá estar acorde con la singularidad de cada profesor, a la que nunca debe traicionarse, a expensas de que los alumnos se rían o de ser un cenizo insoportable. Educar requiere cabeza, esfuerzo, salud y corazón. Primero diré ‘cabeza’ (inteligencia) para superar una oposición, que yo haría especialmente difícil (mejor sastre será quien mejor conozca la confección de los paños). ‘Esfuerzo’, porque una vez en el aula ya no sirve lo de la oposición sino el trabajo diario para que cada clase quede exquisita, nada de clases enlatadas, que valen para toda la eternidad, no, clases preparadas, recién hechas, como los buenos guisos, sin olvidar que siempre se debe avanzar en conocimientos. Digo ‘salud’ porque bajar al aula, con la heterogeneidad actual –ayer también la había, es cierto–, puede provocar alteraciones de ánimo y de sueño que deben cuidarse y a veces hasta medicarse, es lo que hay en las aulas. Y una vez que se aprecia que ni la inteligencia con la que ganada la oposición pensabas comerte el mundo del aula, ni con el esfuerzo de cada día, sacas adelante a veinte o treinta alumnos, porque uno tiene esto y la otra aquello, en ese momento solo puede recurrirse al corazón, a tratarlos como personitas, diferentes cada una, y en definitiva quererlos. Yo no veo más en la enseñanza. Tan fácil y a su vez tan compleja. Y esto, señor Vilas, podemos hacerlo los funcionarios y hasta los viejos, porque las manos callosas siempre serán manos honrosas.

Javier Fatás Cebollada. ZARAGOZA

A noventa segundos del fin del mundo

Noventa segundos son pocos para disfrutar, muchos para sufrir. El ‘reloj del Apocalipsis’ se mantiene a 90 segundos de la medianoche, lo más cerca que ha estado del fin del mundo. Las guerras de Ucrania y de Gaza impiden que marque el fin del mundo más alejado. A los que vivimos en países en paz esa advertencia apenas nos preocupa. A quienes viven en guerra o padecen hambruna el fin del mundo les parecerá todavía más próximo. El ‘reloj del Apocalipsis’ no es un reloj sino una metáfora, una herramienta simbólica de un grupo de científicos preocupados por las condiciones del mundo. Lo peligros reales que nos acechan, además de las guerras, son los riesgos de la inteligencia artificial, la crisis climática y las tensiones entre Estados Unidos y China. Cualquier de ellos puede provocar el principio del fin del mundo. Sería curioso un ‘reloj de la Legislatura’ formado por politólogos de reconocido prestigio que pronosticaran la posible fecha de finalización del actual Gobierno, teniendo en cuenta tres factores: las desavenencias con Junts a cuenta de la ley de amnistía, la presión continua de la oposición y el descontento de los ciudadanos. Nada de herramienta simbólica sino herramienta útil y eficaz son los relojes inteligentes que controlan nuestro descanso, nos avisan de problemas de salud, organizan nuestro tiempo, controlan la domótica de casa, ofrecen modos de ejercicio físico, cuentan nuestros pasos, nos toman la tensión arterial, responden a las llamadas, miden los niveles de oxígeno en la sangre, funcionan como brújula, reconocen cualquier cambio de altura, captan el nivel de luz del entorno, informan de los latidos del corazón por minuto, incluyen GPS para situar la localización exacta, miden la temperatura corporal, etcétera.

Antonio Nadal Pería. ZARAGOZA

Las cartas al director no deben exceder de 20 líneas (1.500 caracteres) y han de incluir la identificación completa del autor (nombre, apellidos, DNI, dirección y teléfono).

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