La grandilocuencia de la inteligencia

Uno de los paneles con indicaciones sobre el tráfico que se instalaron en 2011 en el centro de Zaragoza.
Uno de los paneles con indicaciones sobre el tráfico que se instalaron en 2011 en el centro de Zaragoza.
José Miguel Marco

El Ayuntamiento nos anuncia que Zaragoza va a ser, dentro de poco, una ‘ciudad inteligente’. Veremos en qué para realmente el asunto, porque colar el adjetivo inteligente o digital parece que da mucho lustre a cualquier propuesta, pero del anuncio al hecho va mucho trecho. Conviene ser un poquillo escépticos con estas innovaciones de nuestros políticos, pues dice la experiencia que en muchas ocasiones la cáscara pesa más que el fruto. Ya tenemos una Milla Digital y hace años que se instalaron en las calles de Zaragoza un montón de ‘semáforos inteligentes’, con ‘bluetooth nada menos’, y unos paneles indicadores que iban a permitir a los conductores eludir los embotellamientos. Y, la verdad, no sé si el zaragozano de a pie, o de ‘a rueda’, lo ha notado mucho. Por otra parte, todavía hay paradas de autobús sin indicador del tiempo de espera, que debería ser algo elemental, o indicadores que no funcionan, y no pocas veces lo que indican no tiene nada que ver con la realidad. Por supuesto que hay mucho que hacer en cuanto a la aplicación de la informática y la telemática a la gestión de los servicios públicos y a la burocracia de las administraciones. Y mucho que ganar si esa aplicación se hace con buena cabeza, no fiándolo todo a la ‘inteligencia’ de las máquinas, sino partiendo de la materia gris de políticos y técnicos comprometidos con el bienestar de los ciudadanos. Así que está muy bien que el Ayuntamiento de Zaragoza se ocupe de ello y haga los correspondientes planes y programas. Pero los gestores de la cosa pública en general tal vez deberían evitar anunciar revoluciones cada dos por tres o abusar de adjetivos que, como ‘inteligente’, se gastan y pervierten cada vez que se los toma en vano. La grandilocuencia o genera desconfianza o produce expectativas condenadas a frustrarse. Es mejor pisar tierra. Y al final el ciudadano, más que vivir en una ciudad inteligente, lo que quiere es tener un Ayuntamiento transparente y eficaz.

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