Comoquiera que...

Inicio de la Evau en el campus de la Plaza de San Francisco (Zaragoza).
Inicio de la Evau en el campus de la Plaza de San Francisco (Zaragoza).
Oliver Duch

La semana pasada escribí en este espacio "como quiera que", en vez de "comoquiera que". Advertido por un amigo, me consuelo pensando que dicha falta ejemplifica la "medianía" referida en aquel texto, donde exponía que, gracias a la vara académica a la que fui sometido, en las antípodas de los ‘currículos adaptados’ de hoy, pronto supe, para bien, de mis carencias. 

Vara de medir, claro, no de castigo, si bien, examinarse habitualmente en un largo sótano llamado ‘Aula 0’ hacía pupa.

Ahora bien, tal enseñanza dañó a no pocos individuos, cuyas personalidades diferían en algunos aspectos de la ortodoxia. Personas con dotes para aprender. Y muy altas, a veces, como mostrarían las que se recuperaron mejor de la indigestión del ‘café para todos’.

De modo que, por unas razones y sus opuestas, creo que el óptimo educativo es un compromiso entre la educación personalizada y la instrucción general defendida por Rafael Sánchez Ferlosio, esa que emplaza al individuo en el acervo del saber y en la sociabilidad común, conminándolo a fajarse en ese territorio, a apreciarlo y a criticarlo.

Pues bien, no vamos hacia esa exigente confluencia. En función de los datos y de lo que percibo como docente, estamos igualando por lo bajo el aprendizaje y por lo alto las calificaciones, cuya inflación –injustamente asimétrica, pues en unos ámbitos es mayor que en otros– es inducida por el acceso a la universidad.

En todo caso, comoquiera que sé de mi limitada perspicacia, a la vez que participo de la duda metódica, en la que también fui instruido, mantengo la esperanza de estar equivocado. Cabe que en verdad vayamos a mejor. O que, al menos, todo siga ‘lampedusianamente’ igual.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por Javier Usoz en HERALDO)

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