Trasvasando, que es gerundio

Sequía en la cuenca del Ebro.
Trasvasando, que es gerundio
HA

Asegura la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, que la sequía de Cataluña no se resolverá con un trasvase del Ebro, sino con desaladoras. Si el verano aprieta, con la de Sagunto; y en el futuro, con las que hagan tras la fracasada gestión de la Generalitat ante sus problemas reales.

Intentaba Ribera atajar el nuevo frente político abierto por la conjunción de la sequía y la capacidad de presión del independentismo, junto a una cuenca del Ebro aparentemente rebosante. Es una ecuación que para algunos ponía de cara retomar la histórica demanda de llevar agua del Ebro a Barcelona, una aspiración que, aunque en Aragón creemos periclitada, sigue ahí, esperando su oportunidad.

En una época en la que se vapulea la memoria, conviene recordar que la lucha contra esa planificación que favorecía a nuestros siempre más prósperos vecinos, mientras Aragón perdía población y cerraba pueblos, propulsó en los años setenta el aragonesismo contemporáneo y la reivindicación de aprovechar nuestros recursos. Y defendernos de los trasvases ha sido una constante inevitable. Como está siéndolo ahora, entre las manidas y ya conocidas acusaciones de egoístas e insolidarios desde todos los puntos cardinales, con las comunidades del sur, que sufren su propia sequía, jaleando los trasvases a ver si progresan sus aspiraciones.

La sequía que viven las cuencas internas de Cataluña, unida a la capacidad de presión política del independentismo hacen temer que se recuperen los proyectos de trasvases de agua del Ebro para abastecer el área metropolitana de Barcelona

Desde que los colegios de ingenieros catalanes plantearon en diciembre que el problema de la sequía de las cuencas internas de Cataluña se debía resolver con la ampliación del minitrasvase de Tarragona hasta Barcelona, se han ido desplegado capas para crear el clima sociopolítico que refrende esa aspiración, en un ejercicio de libro de eso que ahora se llama ‘gestión de asuntos públicos’. Así, día sí y día también, en los medios de comunicación catalanes aparecen imágenes del embalse de Mequinenza, en contraposición con las de una Barcelona con árboles talados o fuentes secas, junto a alegatos institucionales en pro de una solución definitiva con la prolongación de la tubería a Barcelona. Si no llega para esta sequía, porque llueve y no hace falta, ya estará lista para la siguiente, pero sobre todo para quedarse fija. Para utilizar hasta los 4 m3 por segundo que tiene concedida la provincia de Tarragona, el Gobierno sólo tendría que activar el decreto aprobado por la sequía de 2008, que fue suspendido porque llegaron las lluvias, pero no derogado.

En Aragón haremos bien en no bajar la guardia y tener muy presente que, de ponerse la conducción, se usará e incluso ampliará para abastecer un área metropolitana insaciable mientras los planes aragoneses se postergan. Pero seremos unos miopes si en esta tercera década del siglo XXI sólo vemos el trasvase del Ebro. Cuando se acusa a Aragón de insolidario, debería conocerse la condición de gran generadora de energía renovable que tanto necesita la economía electrointensiva que vivimos, en la que ya producimos mucha más de la que consumimos, estando a la mitad de la capacidad prevista. En las contrafotos, deberían mostrarse los megaparques de las orillas del Ebro, en vez de llevarlos donde no hay agua ni tierra fértil y aquí, sí, propiciar cultivos. También por eso lloran nuestros agricultores.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Genoveva Crespo)

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