Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

Los árboles ocultan el bosque

Los árboles ocultan el bosque
Los árboles ocultan el bosque
Heraldo

Los perdedores de la globalización no se conforman con su destino. Tras décadas de un avasallador avance de la aceptación optimista de una sociedad abierta, sin fronteras, interrelacionada y transnacional, nuevos acontecimientos (crisis financiera de 2008, digitalización y robotización de las economías, presión migratoria…) activan miedos y protestas. 

Amplias capas de ciudadanos occidentales se sienten traicionados por las élites porque el ascensor social se ha detenido (Thomas Piketty) y la desigualdad sigue creciendo (Oxfam). A ellos se unen sectores económicos que han de competir en condiciones de desigualdad con productos baratos de otros países.

Los que no se han visto beneficiados por la ola globalizadora son, sobre todo, los trabajadores de las economías occidentales que se consideraban clase media, la clase obrera de los antiguos países comunistas de la Europa del Este y los ciudadanos más pobres (por ejemplo, los agricultores africanos). A cambio, los ganadores de la globalización son los adinerados de cualquier parte del mundo y las clases medias de países emergentes (China, India, Indonesia y Brasil). Así lo ha estudiado Branko Milanovic, antiguo economista jefe del Banco Mundial.

Los agricultores aragoneses, como todos los europeos, tienen demandas que deben ser atendidas

Un caso singular de estos perdedores de la globalización son los trabajadores del sector primario en Occidente. A los agricultores, ganaderos y pescadores no les salen las cuentas al final de cada campaña. Pocas ganancias y muchas deudas. Además, están hartos de sentirse minusvalorados e incluso desprestigiados. Son las víctimas de un cambio estructural en el que la abundancia de alimentos muy baratos, por la globalización y la fuerza de la gran distribución, ha hecho que los comestibles dejen de ser una prioridad para la sociedad. Esta ruptura entre la ciudad y el campo ha crecido al ampliarse la conciencia urbanita medioambiental, que ve a los agricultores prácticamente como destructores de su naturaleza idealizada.

Es un cambio socioeconómico cuyos orígenes describió Miguel Delibes en sus novelas y que también vivimos con intensidad en Aragón. En el desarrollo de la región durante los años sesenta, setenta y ochenta, la industria se nutrió de mano de obra de origen rural, mientras los jóvenes abandonaban el pueblo para formarse en las aulas de la ciudad.

Pero no deben caer en las trampas cegadoras de quienes alientan la polarización y el antieuropeísmo. Sigue siendo válido el aserto de Ortega y Gasset: "Europa es la solución"

La agroindustria, no obstante, sigue siendo uno de los pilares de la economía. Por eso, una nueva generación de agricultores aragoneses, españoles y europeos se ha echado ahora al monte para reclamar mejores condiciones y un protagonismo digno en las sociedades del siglo XXI. Les asiste la razón, pero no deben equivocarse al señalar al culpable. La Unión Europea no es la auténtica responsable de su desazón, por muchos errores que cometa. Es cierto que Bruselas debe reajustar políticas y tener a los trabajadores del campo como uno de los ejes de sus planes económicos, pero no debe olvidarse nunca un dato esencial: del presupuesto total de la UE, un 35% va destinado a la PAC. Es decir, el sector primario supone el 1,9% del PIB europeo, un 2% de la población y el 5% del empleo; sin embargo, acapara más de un tercio del gasto total del selecto club de los Veintisiete. Sin la Unión, la agricultura del Viejo Continente sería hoy poco menos que un erial.

Los árboles no deben impedir ver el bosque.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por José Javier Rueda en HERALDO)

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión