Inteligencia artificial y paz

Inteligencia artificial y paz
Inteligencia artificial y paz
Heraldo

En el año 1967, el papa Pablo VI estableció la Jornada Mundial de la Paz. Desde entonces, se celebra anualmente el primero de enero. Es una iniciativa de la Iglesia católica que quiere ir más allá de los propios católicos. Aspira a promover la paz, la justicia social, la solidaridad y otros asuntos relacionados con la construcción de un mundo mejor. 

Son ya cincuenta y siete años sensibilizando e impulsando que individuos y comunidades de todo el planeta seamos capaces de realizar acciones concretas para contribuir a la construcción de un mundo más justo y pacífico.

Es un objetivo al que se puede sumar cualquiera de cualquier parte del mundo. Aunque tiene una clara connotación religiosa, el mensaje de paz y solidaridad que promueve es universal y puede resonar con personas de diversas creencias y culturas. Y sigue siendo un reto urgente. La guerra, la injusticia y la violencia no han desaparecido de la faz de la Tierra. Como bien sabemos, la invasión rusa de Ucrania sigue causando dolor y muerte. Putin no ceja y esa guerra no termina. Ni tampoco se frena la violencia en Oriente Próximo. La masacre terrorista de Hamás ha desatado una respuesta brutal por parte del gobierno de Netanyahu y una guerra de consecuencias terribles e imprevisibles. Por desgracia, no son los únicos lugares donde los conflictos asolan la vida de gente inocente.

Las tecnologías son herramientas que deben ser puestas al servicio de lo humano, nunca al revés

En esta ocasión el papa Francisco centró su mensaje en ‘Inteligencia artificial y paz’. El documento, disponible en la web del Vaticano, está organizado en ocho apartados: 1.- El progreso de la ciencia y de la tecnología como camino hacia la paz; 2.- el futuro de la inteligencia artificial entre promesas y riesgos; 3.- la tecnología del futuro: máquinas que aprenden solas; 4.- el sentido del límite en el paradigma tecnocrático; 5.-temas candentes para la ética; 6.- ¿transformaremos las espadas en arados?; 7.- desafíos para la educación; 8.- desafíos para el desarrollo del derecho internacional. Merece la pena leer el documento en su conjunto y ver los materiales audiovisuales que han preparado desde el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral e incluso escuchar la conferencia de prensa previa (todo fácil de encontrar también en internet). Presentan un postulado claro: "Debemos trabajar para que la inteligencia artificial esté al servicio de la paz en el mundo y no sea una amenaza".

En este momento de la historia, es conveniente rescatar la dimensión espiritual de lo humano, en particular, y del Universo, en general. El materialismo científico tiende a despreciar la parte inaprehensible de la vida. La duda sistemática, que sólo da por válido aquello que se puede falsar, es una manera incompleta de explicar el mundo. Sostenemos nuestras vidas en el ‘principio de confianza’. Esto es, vivimos porque confiamos. Confiamos en el agua que bebemos, sea del grifo, de una fuente en el bosque o de una botella recién comprada. Confiamos en los alimentos de cada día, en el aire que respiramos. Confiamos en lo pequeño y en lo grande de la vida cotidiana. Y cuando eso no sucede, cuando ese principio –esa idea fundamental que rige nuestro pensar y actuar– falla, las estructuras elementales de nuestro día a día se desmoronan. Ese principio de confianza está en la base de la construcción crítica del conocimiento. Así es posible abordar incluso las dimensiones no tangibles de la experiencia humana.

El paradigma científico dominante alienta muchas veces procesos políticos tecnocráticos que no permiten controlar avances como la inteligencia artificial

El paradigma tecnocientífico dominante alienta y legitima procesos políticos tecnocráticos. A la vez, el potencial creativo humano modifica las condiciones de posibilidad. Con la expansión generalizada de las tecnologías digitales, los signos de los tiempos han cambiado. Esas tecnologías sólo son herramientas. Son objetos al servicio de lo humano y nunca al revés. Por eso es conveniente despertar, abrir los ojos y sospechar. Como dice el mensaje del Papa: "La inteligencia artificial, por tanto, debe ser entendida como una galaxia de realidades distintas y no podemos presumir a priori que su desarrollo aporte una contribución benéfica al futuro de la humanidad y a la paz entre los pueblos. […] No basta ni siquiera suponer, de parte de quien proyecta algoritmos y tecnologías digitales, un compromiso de actuar de forma ética y responsable. Es preciso reforzar o, si es necesario, instituir organismos encargados de examinar las cuestiones éticas emergentes y de tutelar los derechos de los que utilizan formas de inteligencia artificial o reciben su influencia". Queda mucho por hacer, escuchar y dialogar.

Chaime Marcuello Servós es profesor de la Universidad de Zaragoza

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Chaime Marcuello)

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