Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Museo del fracaso

Una de las máquinas voladoras de Leonardo da Vinci.
Una de las máquinas voladoras de Leonardo da Vinci.
Juan Carlos Arcos / HERALDO

En 2017 se abrió en Suecia el Museo del Fracaso, que más tarde se extendería por sucursales en Estados Unidos, Italia, Francia y Alemania, entre otros países. Es un museo dedicado a productos que intentaron entrar en el negocio de la innovación, pero que no salieron adelante (la lasaña de Colgate, o toda clase de ‘gadgets’ tecnológicos, por ejemplo). Oigo hablar de este museo el mismo día en que el escritor Óscar Sipán me cuenta la investigación que está llevando a cabo sobre inventos, patentes, y modelos de utilidad que nunca vieron la luz más allá de la mente de sus creadores, y que podrían formar parte de dicho museo. «La innovación necesita el fracaso» es el eslogan del Museo del Fracaso, y como dijo su creador, Samuel West: «Me agotaba el constante culto al éxito, la forma en que, como sociedad, estigmatizamos el fracaso. Veo historias de éxito por todas partes, pero no suele haber ni rastro del hecho de que el éxito implica fracasos y errores, o de las dificultades que se encuentran por el camino». Da la sensación de que en Aragón hay muchos inventores, a juzgar por la gran cantidad de patentes que se pueden rastrear ya que estamos muy por encima de la media española, tanto en éxitos como en fracasos inventivos. Tal vez es que simplemente somos más ilusos, soñadores y quiméricos, y por tanto más creativos también. Le cuento yo a Óscar Sipán que hace muchos años fui secretaria de Manuel Jalón, el inventor de la fregona y de la jeringuilla desechable, que era un aragonés nacido en La Rioja. El trabajo de secretaria me duró un solo día porque yo misma me despedí al final de la mañana, cuando me di cuenta de que como secretaria era un fracaso total.

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