Israel da armas a sus enemigos

Uno de los túneles excavados por Hamás en la franja de Gaza.
Uno de los túneles excavados por Hamás en la franja de Gaza.
IDF / Europa Press

Israel y Egipto llevan diecisiete años controlando los límites terrestres y marítimos de Gaza para que no entre ningún material que pueda servir para fabricar armas o pertrechos de uso bélico o terrorista. Con tanto celo en los controles, en muchas ocasiones han dificultado el abastecimiento de alimentos o productos básicos en la franja. Sin embargo, los ingenieros de Hamás han sido capaces de producir miles de bombas y de misiles, y sus milicias van al combate perfectamente armadas. ¿Cómo lo hacen si hay un bloqueo? Se suponía, y así ha debido de ser, que utilizaban túneles para introducir armas, materiales y componentes. Pero había algo más. El Ejército israelí ha descubierto ahora que Hamás se las arreglaba para robar armas en arsenales israelíes mal vigilados. Y todavía más chocante, que los técnicos de Hamás retiraban los explosivos de las bombas lanzadas por los israelíes que no habían explotado y los aprovechaban para fabricar sus propios artefactos. Como entre el 10% y el 15% de las municiones disparadas no explotan -y dicen militares que eso es lo normal-, cada bombardeo israelí se convertía en un yacimiento de armas para Hamás. En resumen, es Israel quien en buena medida ha armado a su enemigo. Lo que subraya los tremendos fallos de la política de defensa del gobierno Netanyahu. Un gobierno que ha metido a su país en un avispero. El atroz coste en vidas y sufrimiento de la invasión de Gaza resulta inadmisible para gran parte de la opinión pública occidental. Incluso en Estados Unidos, las presiones sobre Biden para que retire su apoyo incondicional a Israel son cada vez más notables. Una victoria militar en Gaza sigue siendo muy difícil. Una salida política medianamente estable para la posguerra será imposible si Israel no cuenta con algún apoyo de los países árabes de la zona y de la Autoridad Nacional Palestina. Continuar la guerra a todo trance es, moral y políticamente, una mala opción. Igual o peor que dar armas al enemigo.

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