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  • Fernando Sanmartín

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Un aspecto de la inauguración del festival Periferias de Huesca en 2023.
Un aspecto de la inauguración del festival Periferias de Huesca en 2023.
Javier Navarro

Un domingo, a las 12, en la iglesia de Santa Engracia, la misa puede tener más gente que el aeropuerto de Huesca durante todo el año. Es un dato curioso. ¿Se podrían celebrar misas en ese aeropuerto para darle algo más de vida? No deseo fatigar al obispo de Huesca con esta pregunta. Pero también podría haberse montado allí una parte de la programación del Festival Periferias, si bien esto ya no es posible debido a una de las más nocivas actuaciones, en materia cultural, hecha por un ayuntamiento aragonés, como es la desaparición de ese festival, quizá porque entienden que la cultura es la estampa promocional de la izquierda o, peor aún, la loción capilar de algunos progres.

No me consta que ese festival impartiera talleres de vudú ni conciertos para forajidos. Sí me consta, como lo contó Pablo Ferrer en este periódico, que el informe del Observatorio Cultural de la Fundación Contemporánea refleja que ese Festival es el mejor proyecto desarrollado en Aragón en 2023. Imaginemos ahora, solo por un momento, que en otros territorios hubieran suprimido la actividad cultural más relevante, la número uno de su ranking. Sucedería, en el País Vasco, con el Festival de Cine de San Sebastián; en Andalucía, con el Museo Picasso de Málaga; en Castilla y León, con la Seminci de Valladolid; o en La Rioja, con los Festivales Actual y Cuéntalo.

En cultura, a diferencia de lo que algunos entrenadores piensan con el fútbol, no conviene achicar espacios. La decisión de suprimir el Festival Periferias es un error. Lo que alcanza una aureola, algo que hasta el ministro de Cultura nos dice, aquí se destruye. ¿No aprendemos?

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