Un perrito caliente

La eurodiputada y responsable de la Secretaría Internacional de Podemos, Idoia Villanueva; la secretaria de Organización de Podemos, Lilith Verstrynge; la secretaria general de Podemos, Ione Belarra; la exministra de Igualdad, Irene Montero; y la portavoz de Podemos, Isa Serra, durante el Consejo Ciudadano Estatal de Podemos
Un perrito caliente
Fernando Sánchez / EP

Hay una escena de ‘La Hora Chanante’ en la que Raúl Cimas se va comiendo un perrito caliente ante una publicidad enorme de Pepsi; pasea junto a Ernesto Sevilla, al que dice que él ha vencido a la globalización. Es entonces cuando Sevilla intenta responderle y Cimas le corta: "¡Cállate, que no tienes ni idea!". 

Ahí termina un ‘sketch’ que es buen ejemplo de la deriva de Podemos, inmerso en la duda de qué ha pasado para que una parte mayoritaria de la sociedad que vota izquierda, diez años después de su nacimiento, no haya visto en la formación una opción electoral sensata. Lo cierto es que, como en el ‘sketch’ de los chanantes, a Podemos le envuelven todos los hábitos nocivos que curiosamente utilizó para conseguir que las cosas les fueran bien. Hace ya tiempo que la confianza en la utilidad real de la democracia interna de la formación exigía fe para creer, pues la ratificación de las bases de las propuestas de los líderes era una constante que se tornaba obscena. A ello se sumó el mezclum amigo-familiar, constatación no tanto de digitocracia como de la imposibilidad de tolerar injerencias y justificaciones si no se era de ‘la famiglia’. Un club de compadres que se han ido quedando solos en defensas tan absurdas como la chapucera ley del ‘solo sí es sí’ que tantas mujeres siguen sufriendo, en un ejercicio torpe incluso para el futuro de Podemos, que decidió defender lo indefendible antes que logros a todas luces positivos conseguidos durante la anterior legislatura. Decisión que, me temo, iba enfocada a no asumir unas consecuencias que hubieran pasado por la dimisión de Irene Montero. Pero nada de eso pasó; de hecho, todo lo contrario. Montero es ahora la candidata oficialista a las elecciones europeas, enarbolando más si cabe la imagen de un Podemos desnortado, fanático de su actual camarilla. Un partido que ha resultado hasta burdo en su forma de entender aquel periodismo inmaculado que nos iban a enseñar a hacer, y que practican desde altavoces de partido que son insultos a la inteligencia, a sus diputados (muchos ya ex) y a las promesas. Punto, este último, que se centrifuga entre falta de alternancia en la cúpula (¿qué significaba casta?) y la visión de enemigos por todas partes, que, como Ernesto Sevilla en aquel ‘sketch’, en realidad solo quieren matizar lo evidente.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Juanma Fernández)

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