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La fiesta de la nieve

Viernes, 19 de enero de 2024: la nieve cae con intensidad en el Actur en Zaragoza
La fiesta de la nieve
H. A.

La nieve resulta fascinante, al menos por estas latitudes. En realidad todos los fenómenos atmosféricos que se salen del anticiclón suelen despertar expectación casi siempre, y temor muchas veces.

Ese envoltorio blanco impregna de belleza el paisaje más atroz. Ralentiza la actividad, amortigua los ruidos y atempera el ánimo. Así que cuando se anuncia y no llega, como ocurrió la semana pasada, se nos queda esa sensación de quiero y no puedo tan frustrante en estos tiempo de ‘me compro un kimono en Taipei y lo recibo en casa mañana porque tengo una fiesta’.

Luego está esa versión del fenómeno que se puede ver en la última película de Bayona, donde este elemento reina en máximos de belleza y crueldad. Algo parecido a lo que ocurre cuando cubre el frente de batalla en Ucrania o un campo de refugiados.

La naturaleza es deslumbrante e hipnótica. Un paisaje puede conseguir que en un instante nos encajen las piezas del rompecabezas vital. Igual que la lluvia nos lava el ánimo, la niebla exacerba la soledad, la nieve nos permite apoderarnos del tiempo hasta que se convierte en barro. Lástima que nos empeñemos en instalarnos en un paisaje único de calor y polvo.

Ayer esta ciudad habituada a la canícula sofocante y al viento agotador sonreía mirando al cielo y extendiendo las manos. Un señor se asomaba a las redes desde su balcón, mientras le enseñaba a su gato la nieve.

Manuel Vicent decía el otro día en la radio que los grandes placeres tienen que ser baratos y fáciles de conseguir

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Esperanza Pamplona)

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