Ahora hay chicas

Un alumno de Secundaria en su mesa en un instituto de la provincia de Zaragoza
Un alumno de Secundaria en su mesa en un instituto de la provincia de Zaragoza
Toni Galán

Cumplida una edad, la vida va demasiado deprisa. Por eso, uno hubiera querido pasar de la Navidad a la normalidad de forma gradual, dispuesto a que anocheciera para observar con nostalgia la sombra que ha dejado el arbolito iluminado que durante unos días se mostró en un ventanal vecino. Sin embargo, la realidad no está para remembranzas proustianas.

En el caso de mi familia, a las urgencias habituales se ha incorporado este año la de considerar dónde matricular al hijo que está terminando la educación primaria, una misión a la que ya nos conminan las jornadas informativas de ‘puertas abiertas’ que están celebrando los centros de secundaria.

Por otra parte, aunque la decisión esté clara –en nuestro caso, gracias a la convicción de que lo mejor es el instituto más cercano–, no hay quien se libre de estar pendiente de los inminentes plazos de preinscripción, inscripción y matrícula, cuyo incumplimiento suele derivar en catástrofe. A la vez, abierto este proceso, también se empieza a sentir que la elección del centro solo es el inicio de una serie de incógnitas curriculares que se resolverán casi a ciegas.

Finalmente, en cuanto al interesado, de alguna parte se ha sacado que en su próximo destino va a sudar tinta y que allí el profesorado es frío e implacable. Así que, apelando a mi experiencia, he tenido que pronosticarle que, pese a todo ello, ese instituto, el mismo que pisó su exitoso padre, le dejará tantos y tan buenos recuerdos que casi compensarán los malos. Y me callo –porque, afortunadamente, él no me entendería– que, además, ahora hay chicas.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Javier Usoz)

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