Por
  • C. Peribáñez

La Gauche Divine

Colita (Isabel Steva Hernández)
Colita (Isabel Steva Hernández)
Efe

Su padre le contó la fábula de que cuando nació la encontró debajo de una col. De aquella anécdota (y de su menuda estatura) deriva el nombre de Colita, que Ventura Pons completó en un documental dedicado a su figura como ‘Colita, Cola, Colasa’. Curiosamente, en apenas dos semanas, nos han dejado los dos, la fotógrafa y el cineasta.

Desde hacía una tiempo me resultaba imposible abstraerme de ella: Colita (o lo que es lo mismo, Isabel Steva) aparecía por las rendijas de la reivindicación ‘queer’ de Ocaña, por infinidad de retratos de Terenci Moix o por las solapas de los poemarios de Jaime Gil de Biedma. Su trabajo me sedujo incluso sin saber exactamente qué significaban aquellos términos de la ‘Gauche Divine’, pero la fascinación era tal que sí sabía que quería formar parte, estar dentro de aquel cuento. Imagino que este es el fértil fruto de unas imágenes que transmiten alegría, celebración y algo de luz y color en una España franquista, en la que –dice la autora– "todo era demasiado gris, color de paloma sucia".

En los obituarios aseguran que de haberse ido a Nueva York sus fotografías las hubieran comparado con las de Annie Leibovitz. Ella, divertida, decía en una entrevista: "¿Se puede saber qué hago yo en Nueva York? Si a mí lo que me gusta es la Costa Brava, la juerga y el vino". En la misma conversación afirmaba que estaba feliz de hacerse mayor porque el mundo estaba ya muy raro. Cuando dejó de jugar y divertirse –para ella "lo más serio de la vida"– se marchó. De esto hace apenas dos semanas.

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