Redactor jefe de Organización y Cierre de HERALDO DE ARAGÓN

Nostalgia del Tordocop

El 'tordocop', guardado en un almacén de Huesca.
El 'tordocop', guardado en un almacén de Huesca.
Javier Blasco

Hay plagas que dan auténticos quebraderos de cabeza. Ocurre con la profusión de conejos que arrasan voraces los cultivos y tienen vivamente preocupados a los agricultores de amplias zonas de Aragón, impotentes ante el impacto sobre las cosechas y al que ninguna Administración, al menos hasta ahora, ha sabido poner coto.

Y hay otras recurrentes que como una maldición mitológica regresan cada año para conturbar a los humanos, como la plaga de tordos (‘Sturnus unicolor’ o estornino negro) que a partir del otoño castiga a las zonas verdes de la ciudad de Huesca. Las enormes bandadas de estas aves oscurecen al atardecer los cielos de la capital altoaragonesa en busca de los dormideros de los pinares de los parques municipales cubriéndolos de apestosas capas de insalubres excrementos. El fenómeno se repite con furiosa insistencia desde hace más de treinta años y los variopintos métodos ideados y puestos en marcha para frenarlo han acabado en fracaso, pues el tordo burla con maestría la mayoría de los sistemas utilizados para espantarlos.

Ya en los años noventa se recurrió a todo. Disparos, trampas, cohetes, luces, ruidos... Hasta se colocó un robot espantapájaros con forma de cazador diseñado por Julio Luzán que el ingenio popular bautizó como Tordocop y que dio para varios chistes. Los estorninos han demostrado ser una de las aves más adaptables. Su dieta omnívora les permite comer abundante cantidad de alimentos, su gregarismo les otorga alta protección ante depredadores y posee una gran capacidad de adaptación a los cambios en su hábitat. Vamos, que son muy listos y pareciera que les gusta tomarnos el pelo a los humanos.

Actualmente más de 80.000 estorninos sobrevuelan Huesca, según cálculos municipales. Y a la caída del sol regresan a dormir a los parques tras una jornada de suculento festín en los campos de alrededor. Así que, queridos oscenses, si esta semana escuchan estruendos por la tarde no se alarmen. Es el último intento por ahuyentar al tordo, una misión que se ha revelado imposible.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Mariano Gállego)

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