Otra lección al mundo

Sede del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).
Sede del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).
EFE

No me parecía tan grave que el Consejo General del Poder Judicial llevara cinco años sin renovar preceptivamente a sus miembros. Al fin y al cabo, esto ya había sucedido antes dos veces, aunque es verdad que durante periodos más cortos, y la democracia española siguió siendo planetariamente admirada.

Incluso llegué a considerar que, si la Constitución dispuso dicho órgano y un control político del mismo, fue porque en ese momento se dejaba atrás una dictadura y con el fin de enfrentar tiempos que ya hemos superado. Tiempos en los que la judicatura aún no gozaba de esa plena confianza que definitivamente acabaría granjeándose, día a día, aplicando las leyes con profesionalidad e independencia, sin sesgos políticos ni corporativistas. Esta era mi visión, hasta que el presidente del Gobierno y el líder de la oposición acordaron, a propuesta del segundo, la intervención de la Comisión Europea. Solo entonces supe de la gravedad del asunto, habida cuenta de que, de un tiempo a esta parte, al abordar los conflictos más agudos de la sociedad española –el terrorismo etarra y el golpismo de las autoridades catalanas–, se había apelado a la tutela foránea.

Reconozco que me he vuelto a avergonzar de que mi país ofrezca la imagen de no saber resolver sus problemas internos. Así que me he puesto a buscar argumentos que me convenzan de que, en un escenario de retos globales, lo que toca es arrumbar el orgullo nacional y adoptar soluciones supranacionales. Estoy seguro de que España, como tantas veces en su glorioso pasado, acabará dando otra lección al mundo.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Javier Usoz)

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