Año nuevo, ¿para qué?

Los políticos se apartan de las preocupaciones de los ciudadanos.
Los políticos se apartan de las preocupaciones de los ciudadanos.
Diego Radamés / Europa Press

Empezamos un nuevo año con un ambiente totalmente polarizado. ¡Vaya frase!, podrían pensar los lectores, pero no me refiero al concepto de polarización que vemos en todos los noticiarios. A lo que quiero referirme es a la enorme diferencia que existe entre lo que nos importa a los ciudadanos de a pie y lo que motiva en sus acciones a los dirigentes. Esto sí que es polarización.

A los que estamos a nivel de calle nos preocupa lo de siempre. La cesta de la compra, la vivienda, la estabilidad de nuestros empleos, el acceso a la sanidad, la educación de nuestros hijos y otras cosas que no parecen importar demasiado en los diferentes parlamentos. Allí se habla de dignidad frente a rendición, unidad patria versus independentismo, progresismo o fascismo y todas las demás hipérboles que podamos imaginar. He intentado pagar en el mercado las comidas de Navidad con integridad, como si fuera una moneda de curso legal, pero el tendero ni me ha mirado. En el banco he pedido que me hagan la transformación del coste de la hipoteca a pluralidades, pero ni caso. Lo he intentado con otros valores, como nacionalidad, identidad, constitucionalidad, indignidad, felonía y otros, pero todos me han contestado que la única moneda de curso legal que admiten es el euro. Vaya, que son unos antiguos que no están al corriente de las noticias.

Como ya he dicho, esta es la auténtica polarización. No es de extrañar que, mientras los que les otorgamos la responsabilidad de gobernarnos, u oponerse en nuestro nombre, se dediquen a hablar de su libro, los de este lado no seamos capaces de ver el gran interés para nosotros que tienen sus actos, aunque realmente solo son sus palabras, que de hechos suele haber poco. Así, es muy fácil que personajes extremistas, apoyando su discurso en tecnicismos que nadie entiende, y que en la mayoría de las ocasiones son totalmente falsos, obtengan cuotas de poder insospechadas hace poco tiempo. Naciones hermanas están cayendo en esta trampa y no me gustaría que España se convirtiera en una más del selecto club de países gobernados por la demagogia.

Algo tenemos que hacer los comunes de la calle. Nos convocan a manifestaciones y contramanifestaciones apelando a nuestras tripas. Nos piden nuestro apoyo únicamente cuando necesitan nuestro voto. Dicen que nos representan y no dejan de hacer nombramientos recurriendo únicamente a sus círculos de poder, sin atender a méritos y conocimiento. Pero, no se preocupe lector, todo es por nuestro bien. Está claro que, en su pensamiento, seguimos siendo unos niños pequeños que no sabemos qué necesitamos.

Los viejos revolucionarios del siglo XX hacían llamamientos a la huelga general revolucionaria como medio de desestabilización de la sociedad, en la creencia de que una nueva y más justa solo podría surgir de las cenizas de la vieja. No creo que eso funcione, pero no hacer ni caso a la enorme cantidad de llamamientos extremadamente exagerados a los que estamos sometidos, afear comportamientos extemporáneos, aunque los haya dicho uno de los nuestros, no hacer seguidismo de propuestas que no nos benefician en nada, mirar a nuestro vecino como lo que es, un vecino y, casi siempre, muy parecido a nosotros mismos y otras actitudes de lo más normal, es lo más revolucionario que podemos hacer. Además, es gratis y las consecuencias son inmediatas. Es posible llevarse bien con los demás, independientemente de cómo piensen, al instante. Prueben a esperar con la puerta del ascensor abierta a ese vecino que está entrando en el portal, decirle buenos días y, al cabo de un rato, pedirle algo de azúcar o sal para cocinar, que la nuestra se ha terminado y se nos ha olvidado comprar. Milagroso.

Basta ya de tanta exageración. Basta ya de rupturas patrias o de insultos a la identidad nacional. Basta ya de usar órganos del Estado como portavoces para publicitar las ideas propias. Basta ya de una ciudadanía que por dejarse llevar irreflexivamente está cayendo en la indolencia.

Ana Isabel Elduque es catedrática de Química Inorgánica #de la Universidad de Zaragoza #y decana del Colegio Oficial #de Químicos de Aragón y Navarra

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