Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

Pescar votantes huérfanos

Pescar votantes.
Pescar votantes huérfanos.
Krisis'24

Hay quienes explican el declive de la socialdemocracia en Occidente por la ruptura de la alianza histórica entre el movimiento obrero (‘blue collars’) y las clases medias urbanas (‘white collars’) desde la Segunda Guerra Mundial. En esta coalición, la parte obrera aceptó supeditarse al liderazgo burgués a cambio de que el gobierno común garantizase a las clases populares su acceso a los canales de movilidad social ascendente e igualdad de oportunidades. Desde el último cuarto del siglo XX, el socialismo entró en decadencia porque las clases medias tituladas, por temor a su desclasamiento, han dejado de solidarizarse con los trabajadores sin titular.

En España, Felipe González fue quien devolvió al PSOE la ocasión de gobernar con su audaz maniobra para borrar el culto al marxismo en 1979. Encabezó un proyecto progresista, modernizador y homologable con el resto de los partidos socialdemócratas europeos. Socioliberal en lo económico, el felipismo impulsó un modelo de democracia basado en el concepto de ciudadanía de inspiración jacobina. Poco a poco, esta retórica se convirtió en hegemónica. Así la heredó Aznar cuando llegó al poder en 1996. Unos y otros se apoyaron en los nacionalistas (CiU y PNV). Sin embargo, tanto el PSOE como el PP levantaron el armazón teórico-práctico del ‘régimen del 78’ como fusión de la tradición centralista de la izquierda y la de una derecha que admiraba el republicanismo cívico estadounidense. A la consolidación de este modelo ayudaron los cuerpos de altos funcionarios y un grupo de intelectuales amenazados por ETA (Savater, Juaristi, Elorza…) que ampliaron al nacionalismo su lucha contra el terrorismo.

El edificio se mantuvo en pie durante más de tres décadas, aunque con algunos vaivenes. Por una parte, Aznar utilizó su mayoría absoluta (2000-2004) para limar competencias autonómicas. Por otra, Rodríguez Zapatero pactó con CiU y ERC en 2006 un Estatut de corte ultranacionalista que, tras ser frenado por el Constitucional, acabó alimentando el secesionismo. Lo cierto es que la etapa Zapatero fue la de la vacuidad ideológica. «Pensamiento Alicia», lo definió el filósofo Gustavo Bueno. De hecho, acabó con el PSOE de la Transición y sustituyó el consenso por la estrategia de asumir como propias las tesis de los nacionalismos periféricos.

Ahora, tras asimilar el populismo podemita, Pedro Sánchez está revalidando la deriva antiliberal del nacionalismo. Entierra así definitivamente al PSOE que triunfó en 1982. Tras 144 años de historia, y desdibujado por un tacticismo amoral, el viejo partido socialista parece hoy una obsoleta maquinaria dedicada en exclusiva a mantener el hiperliderazgo de Sánchez.

Esta jibarización del PSOE ha generado un vacío político que pueblan numerosos ciudadanos desconcertados que no saben a quién votar. Conforman esa ‘tercera España’ que rechaza tanto el populismo plurinacional (PSOE y Sumar) como el españolismo esencialista (PP y Vox) y el egoísmo de las derechas nacionalistas (PNV y Junts). Pretenden llenar este hueco diversos grupos que abanderan una socialdemocracia clásica y no identitaria: plataforma Fernando de los Ríos, El Jacobino, Izquierda Española, algún resto de Ciudadanos… Frente a la izquierda identitaria (PSOE, Sumar, ERC, Bildu), proponen una izquierda que defienda la igualdad política de todos los españoles, sea cual sea su lugar de nacimiento o residencia.

Solo el tiempo dirá cuál es su papel, pero su aparición ya está sirviendo para recordar a los votantes socialdemócratas que los partidos de izquierda no están obligados a entenderse con aquellos que defienden privilegios territoriales solo para algunos.

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