Por
  • Manuel Vilas

Óscar Puente

Viajeros en la estación de Cercanías de Atocha
Viajeros en la estación de Cercanías de Atocha
Efe

Somos un montón de madrileños y madrileñas. Son las ocho de la mañana. Vamos felices a trabajar, a vivir, a lo que sea. Es un nuevo día. Estamos sacando nuestro tique en cualquiera de las decenas de estaciones de la red de trenes de Cercanías de Madrid. Y entonces miramos el panel que anuncia la llegada de los trenes y está en blanco, no sale aviso de la llegada de ningún tren. No es que haya retrasos, es que no sale ni una palabra en la pantalla. La gente mira y mira la pantalla. Pasa desde hace meses.

Una democracia sin un transporte público de primera no es una democracia. Al responsable de la red de Cercanías de Madrid se le tendría que caer la cara de vergüenza. Por fin aparece el tren que esperamos con 30 minutos de retraso.

"Desde hace semanas siempre es lo mismo", dice una señora. "Ya me dice mi mujer que me vaya con el coche", dice un hombre, "pero es que el parking me cuesta un ojo de la cara".

¿Quién es el responsable de todo esto?, pregunto yo en las redes sociales. Es un tal Óscar Puente, me dicen. Muy bien, ¿sabe este señor que gracias a su ineptitud Vox crece en número de votos? ¿Sabe este señor que cada vez que le fallas a un ciudadano con algo tan sagrado como la puntualidad del transporte público generas desafección política? ¿Sabe este señor (me da igual que sea conservador, de izquierdas o extraterrestre, eso no importa ahora) que un ciudadano decepcionado acaba en ciudadano desolado y que un ciudadano desolado acaba en ciudadano desesperado y que un ciudadano desesperado acaba votando a la extrema derecha? ¿Lo sabe este señor? Yo, si fuese él, ya habría dimitido, sobre todo para que Vox no crezca.

Me dicen que la culpa es de su antecesora, que no solo no dimitió sino que ahora es la reina de todos los Paradores Nacionales de España. A mí se me rompería el corazón si fuese el responsable de que miles y miles de trabajadores madrileños llegasen tarde por mi incompetencia. Sí, lloraría por las esquinas. Me tendría que tomar una docena de ansiolíticos. Porque la gente que espera un tren es gente que va con ilusión a la vida. Que te roben la ilusión ya a las ocho de la mañana es corrupción política. Un tren es la cosa más maravillosa del mundo si llega puntual. La puntualidad de los trenes es alegría y fraternidad.

Los madrileños ya le están dando la espalda a la red de Cercanías y usan sus vehículos particulares. No hay nada más progresista en política que hacer que los trenes sean puntuales, porque un tren puntual es una forma de amor.

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