Aunque 2023 va a ser el año más caluroso de la historia, según el análisis del Servicio Climático Copernicus de la Unión Europea, que calcula un ascenso de 1,4 grados en la temperatura global, esta semana de Navidad parece que se seguirá viviendo con nieve. 

Las previsiones de Rafael Requena, meteorólogo delegado de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) en Aragón, apuntan que el próximo miércoles, una borrasca afectará sobre todo al norte de Aragón y dejará muchas nubes y nieve en los Pirineos a alturas de 1.000 o 1.200 metros.

Visto lo visto este año, que se nos va el próximo domingo, las temperaturas van a subir muy cerca del umbral de 1,5 grados que estableció en el acuerdo climático de París. Los científicos ya han avisado que más allá de ese ascenso los humanos y los ecosistemas tendrán dificultades para adaptarse. Alertan que el clima del planeta se ha visto afectado gravemente por el aumento de la emisión de gases de efecto invernadero desde la industrialización.

In extremis, el mundo logró un acuerdo histórico de la cumbre climática COP28 en Dubai el pasado 13 de diciembre, haciendo una llamada sin precedentes a la transición para abandonar los combustibles fósiles. Se llamó a reducir la contaminación por carbono abandonando los combustibles fósiles en los sistemas energéticos acelerando el fin de cero emisiones para 2050.

Los que superamos los 50 años recordamos con nostalgia las nevadas de los 70, 80 y 90 en el Pirineo, frente a lo que vivimos en el siglo XXI. Los expertos calculan el final del glaciar de la Maladeta, en el valle de Benasque, para 2035, como un símbolo, y me pregunto: ¿Qué será esa Navidad?

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