Barrios reales

La princesa Leonor en su nuevo retrato oficial.
La princesa Leonor en su nuevo retrato oficial.
HA

La princesa Leonor ha hecho más por la vertebración de Zaragoza que varios de los últimos consistorios. La presencia de la heredera en la capital maña para su formación militar sitúa a la ciudad a la altura del Soho de Manhattan, Londres o Los Ángeles, pues en cualquier momento uno se puede encontrar con la vida social de Zaragoza en una revista del papel couché. 

Pasó el otro día con una afamada publicación que detallaba la última salida con amigas de la futura reina, que había acudido a un local a tomarse algo con compañeras de la Academia General Militar. Lo hicieron en la terraza, en pleno diciembre, soportando unas temperaturas por gusto que a partir de los 30 años te dejan en hipotermia o en la unidad de congelados del hospital; cosa que sabe cualquiera que haya sido joven en Zaragoza, con esos botellones en el parque Grande o a orillas del Ebro, que bien servirían para entrenar a equipos de operaciones especiales.

Como decía, la quedada de Leonor con sus amigas tiene un componente extra en favor de una cuestión que debería ser esencial en todas las ciudades, la necesidad de políticas municipales que conviertan todos los puntos de la urbe en espacios atractivos para hacer vida. Cuando leí la noticia, absurdo prejuicio el mío, deduje que se trataría de un bar ‘de moda’ de la ciudad. Sin embargo, la princesa y su entorno eligieron una cervecería en el Actur, la Murray’s Tavern, para pasar el rato. Un gesto que se suma al de otras escapadas de la princesa a bares cerca del campus de la plaza San Francisco (recuerdo uno al que acudió y que en mis tiempos de facultad dejamos de ir porque te cobraba hasta los sobres de mayonesa), que de improviso trazan un magnífico discurso e imagen de cercanía de la Casa Real.

Obviamente, la circunstancia de que la futura reina de España tenga afinidad con los barrios maños me fuerza, aun sin consultar con la alcaldía ni la asociación de vecinos, a invitarla formalmente a que descubra las mieles caseteras del vermú de Vinos Chueca o las tranquilas terrazas de la plaza del Castillo y Dorotea Arnal. Al final, las barreras que se fracturan con naturalidad convierten en paisano al migrante de un país o de un estrato social; y de eso debería saber mucho la política municipal, quizá primera línea de batalla para la convivencia.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Juanma Fernández)

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