Por
  • Pedro Cía Gómez

Salud y autonomía

Salud y autonomía
Salud y autonomía
Pixabay

Todo cambia. También la forma de relacionarse los médicos con sus pacientes. Recuerdo con afecto a don Javier, médico en la década de los cincuenta del pasado siglo en un pequeño pueblo, donde era muy apreciado por todos los vecinos. Atendía y entendía bien a sus enfermos. 

Su relación con ellos era una relación paternalista… Así por ejemplo, cuando a su consulta llegaba tosiendo un fumador, si a ese paciente se le veía en el bolsillo de la camisa el paquete de tabaco, no tenía reparo don Javier en meter la mano en el bolsillo del paciente y quitarle el paquete, depositándolo a continuación en la mesa de la consulta, mientras daba una convincente explicación: "Te quito el tabaco, porque tú ya no debes fumar". No era raro por otra parte, que de ese mismo paquete extrajera don Javier un cigarrillo, lo encendiera y fumando solo él, continuara la consulta con su paciente ya supuestamente liberado del vicio. Hoy esta actuación no sería admisible; aunque sus paisanos decían que muchos dejaron así de fumar. El respeto y el afecto impulsaban a seguir las indicaciones que don Javier daba en el contexto de su época.

Todavía hace algunas décadas la relación del médico con sus pacientes solía tener
un tono paternalista

La relación paternalista entre el buen médico y sus pacientes era algo parecida a la relación amorosa, pero autoritaria, de padres e hijos, propia de otras épocas. Así era desde los médicos griegos de la escuela de Hipócrates (siglo IV a. de C.). Sin embargo, esta mentalidad fue cambiando en el mundo occidental desde la segunda mitad del siglo XX. La autonomía de la persona aparece entre los principios fundamentales que han de respetarse, según la moderna Bioética desarrollada desde 1970. En España es en la década de los ochenta cuando la Ley General de Sanidad (1986) ya incluye la Carta de los Derechos de los Pacientes y, posteriormente, la Ley 41/2002 (Ley de Autonomía del Paciente), en favor del respeto a la autonomía, insiste en la práctica propia del ejercicio médico de escuchar y de informar adecuadamente al paciente para que pueda conocer su situación de salud y tomar libremente sus decisiones o bien optar por una decisión compartida con su médico. Dicha ley explica el consentimiento informado, que el paciente otorga tras haber sido adecuadamente informado sobre su enfermedad y procedimientos diagnósticos y terapéuticos disponibles. Incluso en la Carta de Derechos Digitales de 2021, al hablar del ‘Derecho a la Protección de la Salud en el Entorno Digital’, declara que se garantizará la autonomía del paciente. Así, en el siglo XX se reconoce la autonomía como un derecho del paciente, pero mucho antes, en el siglo XVIII, Kant ya defendía que la ley moral se la da la propia persona, que tiene por lo tanto su capacidad de decidir.

Hoy la sociedad ha evolucionado y valora más el respeto a la autonomía de la persona, aun durante el desarrollo de su enfermedad

De todas formas, la autonomía del paciente no se limita al ejercicio de algunas decisiones importantes en el ámbito de su relación con el médico, sino que se desarrolla a lo largo de su vida cotidiana durante la enfermedad y para ese buen desarrollo es importante la actitud que mantengamos los cuidadores. Facilitará su autonomía nuestra disponibilidad, el ofrecimiento de nuestra compañía, escucharle, dar la importancia que merece al relato de su enfermedad, hablarle con la naturalidad con que se habla a las personas adultas, sin tratarlo siempre como si fuera un niño y ayudarle en sus necesidades y proyectos (siempre que no sean perjudiciales para él o para otros). Evitemos en cambio razonamientos infantiles o prohibiciones poco fundamentadas.

En fin, que la autonomía de nuestros pacientes la proclaman las leyes, pero la desarrolla el propio paciente y la favorece el clima de afecto y solidaridad de quienes le rodeamos. 

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