Por
  • Javier García Campayo

Miedo a querernos a nosotros mismos

Miedo a querernos a nosotros mismos
Miedo a querernos a nosotros mismos
Pixabay

Ser nuestros mejores amigos y querernos a nosotros mismos es uno de los pilares imprescindibles de la salud mental. Muchas personas piensan que ser cariñosos consigo mismos les perjudica, ya que les hace más débiles en un mundo de lobos y que, por tanto, lo razonable es autoexigirse al máximo para competir con los demás. 

Otras creen que cuidar demasiado de uno mismo es una actitud egoísta y que debemos pensar siempre y exclusivamente en los demás. Sin embargo, si cuidamos a los demás y no nos preocupamos de nosotros mismos, acabaremos agotados emocionalmente, como ocurre con el síndrome del quemado profesional o el del cuidador: solo podemos cuidar a los demás si estamos bien. Por último, hay quienes no son cariñosos consigo mismos porque nunca vieron ese modelo en casa y no lo aprendieron.

En mi experiencia, el mayor miedo a ser cariñoso con uno mismo viene de la sensación de que, si no eres muy autoexigente y perfeccionista, nunca llegarás a nada en la vida. Esa es la razón por la que muchos padres, que tanto quieren a sus hijos, les inculcan el perfeccionismo, la autoexigencia y la autocrítica como claves para alcanzar el éxito. Sin embargo, las cosas no funcionan así. ¿Por qué?

La gente autoexigente desarrolla, como una de sus principales distorsiones cognitivas, el pensamiento de ‘todo o nada’, de forma que cualquier cosa que hacen o resulta un éxito total, un nivel de perfección que se alcanza muy pocas veces, o lo consideran un fracaso. Este fenómeno es muy visible en situaciones en las que se intenta realizar cambios en estilos de vida saludables. Por ejemplo, una persona que se encuentra a dieta desde hace tres meses y está consiguiendo disminuir su peso de manera lenta y progresiva, como se recomienda. Queda a cenar con unos amigos y como es frecuente, en ese contexto, se salta la dieta y recupera algo de peso. Otro ejemplo similar es el de una persona que está intentando dejar de fumar, que lleva varios meses en abstinencia y, tras una celebración social, recae y fuma varios cigarrillos.

Muchas de estas personas, intensamente autoexigentes, no pueden evitar un razonamiento de ‘todo o nada’ y piensan: "Me he saltado la dieta" o "he roto la abstinencia de tabaco" y su reacción es del tipo "soy un desastre, una decepción". Frecuentemente se autoinsultan y suelen recordar otros episodios de su vida en que sus padres u otras personas significativas les criticaron por algún supuesto error que cometieron.

Ser comprensivos con nosotros mismos y con nuestros fallos y limitaciones no nos hace menos eficaces en la vida cotidiana, y nos ayuda a apoyar a los demás

Esto les produce una emoción tan negativa, mezcla de culpa y depresión, que el impulso natural es romper completamente la dieta y comer gran cantidad de alimentos, preferentemente hipercalóricos, o fumarse un paquete de tabaco entero, aunque no disfruten con ello. Es una forma fácil de regular la emoción negativa. Después vendrán la autocrítica, la vergüenza y la confirmación de que son un fracaso, ideas que ya tenían. Probablemente, tardarán tiempo en volver a una nueva dieta o a una abstinencia, o incluso nunca las retomarán. Y, por desgracia, casi siempre les acompañará la baja autoestima.

Este suele ser el círculo vicioso del autoexigente. Y no ocurre sólo cuando intentan modificar sus estilos de vida, sino cuando tienen que realizar actividades laborales, en sus relaciones interpersonales o incluso cuando practican alguna afición. El nivel de autoexigencia es tan alto que incluso jugar una partida de cartas con los amigos resulta estresante para ellos y para las otras personas, porque necesitan ser los mejores siempre.

Por el contrario, las personas compasivas, que se cuidan y se aceptan a sí mismas como seres humanos con limitaciones, se encuentran libres de esta tiranía del ‘todo o nada’. En la situación anterior pensarían: "Debo felicitarme por haber podido mantener tres meses la dieta o la abstinencia al tabaco. He recaído, como era esperable y nos pasa a todos, pero si he podido estar tres meses siguiendo las recomendaciones, seguro que soy capaz de volver a hacerlo otra vez. Mañana mismo volveré a empezar con ilusión".

Como demuestran los estudios científicos, las personas compasivas consigo mismas no solo son más eficaces en la vida, sino que son también mucho más felices que las autocríticas. La razón es que los autoexigentes solo realizan actividades en las que son buenas, es decir, muy pocas cosas. Todas las demás las evitan por miedo a que los otros piensen que no tienen nivel y que son un fracaso. Por el contrario, los autocompasivos, a quienes no les importa la opinión de los demás, realizan cualquier actividad y la disfrutan, aunque su ejecución sea imperfecta. Asumen las limitaciones comunes a todos los seres humanos.

Pero querernos a nosotros mismos no solo es beneficioso a nivel individual, sino a nivel colectivo. Debería ser una formación incluida en los colegios en las materias de inteligencia emocional. Las personas que se quieren a sí mismas son mucho más comprensivas con las limitaciones y problemas de los demás. No exigen la perfección a otros, incluidos sus hijos, sino que les apoyan y estimulan ante sus dificultades y limitaciones. En suma, ser afectuosos y comprensivos con nosotros mismos constituye uno de los mejores entrenamientos que deberíamos potenciar para el bienestar individual y colectivo de la especie humana.

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