Lo que esperan

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A mi madre le gusta mucho ‘Los asesinatos de Midsomer’, una serie que se desarrolla en un pequeño pueblo de la campiña británica donde en cada capítulo suceden varios asesinatos, y que ella ve con atención no tanto por las tramas sino, como me dijo, por la curiosidad de ver cuándo se mueren todos los vecinos.

"Con ese ritmo de asesinatos y lo pequeño que es el pueblo, ya no pueden quedar muchos vivos", me dice. Me recuerda a una amiga que hace poco, gin tónic por medio y en plena charla trascendental sobre si existe un cielo o no tras la muerte, reparó no tanto en el reto espiritual como en la idea de dónde pone el más allá el límite de reencontrarte con tus antepasados. "Claro, es que imagínate que llegas al cielo y te encuentras con tu abuelo, pero también con una célula procariota que te dice que es tu prima". "Pues a ver qué le dices porque, aunque seas familia, no te has visto en la vida", le digo. Son momentos en los que pienso y me rio mientras doy un paseo por el centro de Madrid y veo una fila para comprar Lotería de Navidad en Doña Manolita que la pereza no me permite ver su final. Hay caras serias en la cola, decididas; como nosotros nos decidimos el otro día por comprar un número de lotería acabado en 9 porque en ese número acaba la última página numerada de ‘Tierra Firme’, el nuevo libro de Pedro Sánchez. No me negarán que a osadía, azar y torpeza del resto no le gana nadie, y eso nunca viene mal si se opta por la buena suerte. En todo caso, cada vez me resulta más interesante la gente que se toma la vida un poquito menos en serio, y que se fija en los resquicios impredecibles para disfrutar de cualquier cosa.

Entregar la pasión por algo a lo que espera canónicamente el resto, es un coñazo. En un mundo cada vez más monocolor y algoritmo, revestido de una diversidad que es solo el catálogo de un lineal de productos a la venta más grande, la revolución de transformar la forma de disfrutar de cualquier cosa en esta jaula se perfila realmente interesante. El cinismo es un salvavidas confortable cuando lo sujetan personas con una complicidad innata por la broma y la imaginación. Así, conviene expandir los asideros a los que nos pretenden atar como espectadores de una serie, de una amistad o de la vida. Que sea un misterio lo que se espera de nosotros.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Juanma Fernández)

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