Subdirector de HERALDO DE ARAGÓN

El laberinto de Navarra

María Chivite (PSOE), presidenta del Gobierno de Navarra con los votos de Bildu.
María Chivite (PSOE), presidenta del Gobierno de Navarra con los votos de Bildu.
Eduardo Sanz / Europa Press

Lejos queda cuando en los años ochenta del pasado siglo Navarra estrenaba un acuerdo inédito entre izquierda y derecha para la estabilidad del Gobierno foral. 

Un pacto ‘a la navarra’ que se percibió durante años con cierto recelo desde Madrid al considerar que era un simple remedo del ‘modus operandi’ alemán que jamás tendría cabida en las Cortes nacionales. El tiempo ha demostrado, sin embargo, que las diferencias de acento en las políticas solo han servido para separar más a los dos partidos que recogieron el peso del legado de la Constitución de 1978. En Navarra no ha sido diferente, al contrario. El Partido Socialista de Navarra quedó sumido en una crisis profunda tras la revelación de los casos Roldán y Urralburu en los años noventa. Primero intentó revertir la situación una gestora y luego sufrió una dura travesía en el desierto, sobre unas bases sólidas que impedían cualquier ventaja electoral que pusiera en peligro la concepción de Navarra como Comunidad diferenciada ante la presión secesionista. Sin embargo, Pedro Sánchez ha volado la barrera simbólica levantada por los constitucionalistas navarros para construir su propio muro. Y aquí están las consecuencias. Quienes jamás condenaron el asesinato de Tomás Caballero, concejal de UPN, son los amigos de quienes van a alcanzar la alcaldía de Pamplona gracias a una moción de censura urdida por Sánchez para garantizar su propia investidura. Navarra está en peligro como Comunidad Foral y el Partido Socialista calla y colabora.

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