Por
  • Julio José Ordovás

Piratas de secano

Almonacid de la Cuba.
Almonacid de la Cuba.
Laura Uranga

Tito Monterroso se congratulaba de haber encontrado refugio durante su infancia y adolescencia guatemaltecas en una pequeña biblioteca porque en las pequeñas bibliotecas siempre, decía, están los libros que hay que leer: la ‘Biblia’, la ‘Divina Comedia’, el ‘Quijote’ o ‘La Odisea’. 

Y la ‘Biblia’ está en Faulkner y en Melville, y ‘La Odisea’ está en el ‘Ulises’ de Joyce, y el ‘Quijote’ está en el ‘Tristram Shandy’ de Sterne y en ‘El idiota’ de Dostoievski…

En Almonacid de la Cuba hay una presa romana que atrae a cientos de visitantes, y hay un castillo árabe, y hay unas pasarelas que bordean el río Aguasvivas, y hay un galacho de ensueño, y hay unas piscinas que son una sucursal del paraíso, y hay un polideportivo y un gimnasio y un casino en el que preparan unos cachopos que quitan el hipo. Y ahora, en la antigua casa del cura, hay también una biblioteca que suministrará conocimiento, entretenimiento y felicidad a los lectores del pueblo.

Tuve el honor de inaugurarla la semana pasada y, concluida la ceremonia, Enrique, el alcalde, me mostró el jardín de la casa del cura, que habían limpiado de maleza. Es en ese pequeño y escondido jardín donde transcurre una de mis novelas, ‘El Anticuerpo’, y sentí una emoción profunda al volver a pisar ese escenario que para mí es un escenario de la memoria pero también de la imaginación.

En ‘El Anticuerpo’ hay dos personajes principales: Iosu, un joven enfermo de SIDA al que el cura ha acogido en su casa, y un niño que anda por los tejados y que se parece bastante al niño que fui. ¡Lo felices que habrían sido aquellos piratas de secano saqueando la biblioteca que hay allí ahora!

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