El partido progresista y el prófugo orador
Cuando se insiste en querer hacer de la necesidad virtud y cuando todo fin justifica cualquier medio se termina pintando más que un lienzo surrealista un bodrio incalificable que ayer explotó en tres puntos diferentes: el Congreso de los Diputados, la alcaldía de Pamplona y el Parlamento de Estrasburgo.
En una sola jornada, el ciudadano certificó parte del acuerdo oculto que permitió la investidura de Sánchez; también se frotó los ojos cuando el ministro Puente calificó a Bildu de partido progresista y el remate final lo protagonizó el presidente del Gobierno en Estrasburgo: su humillación ante Puigdemont quedó patente al tener que escucharle sentado en el Parlamento Europeo en lugar de reclamar su inmediata detención y puesta a disposición judicial.
En Navarra gobierna Bildu desde hace cuatro años y todavía la presidenta socialista María Chivite parece no haberse enterado. Bildu manda en los presupuestos de la Comunidad Foral y ahora también lo hará en el Ayuntamiento de Pamplona.
Como la amnesia es selectiva, habría que recordar que los amigos de los terroristas que mataron a Tomás Caballero, de UPN, son quienes ahora toman la vara de mando para oprobio de una sociedad navarra que debería revisar su propia pulsión electoral: no puede olvidarse que Bildu fue el segundo partido más votado en la capital navarra. Si casi el 30% de los votantes pamploneses consideran que ya han hecho la digestión del terrible castigo que les infligió durante décadas la organización terrorista, merece una reflexión añadida. La misma que debería realizar el Partido Socialista de Navarra, quien recibió el visto bueno de Ferraz hace cuatro años para cruzar la línea roja que jamás se habían atrevido a traspasar en toda su historia: pactar con Bildu. El hacedor fue el fontanero de Sánchez, Santos Cerdán, que sin duda ha estado detrás de la actual moción de censura contra la alcaldesa regionalista.
Para terminar de vestir el disparate, durante la sesión de control al Gobierno al púgil Óscar Puente se le ocurrió calificar de "democrático y progresista", a Bildu. Habría que preguntar al ministro si en realidad quiso decir legal. Desde luego, no parece muy progresista un partido cuyo máximo líder aún sigue sin condenar los atentados terroristas y cuya portavoz en la Cámara Baja fue condenada por enaltecimiento de ETA. Cuando todo da lo mismo, efectivamente, da igual.
El colofón lo protagonizó el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a quien la ley de Amnistía le explotó en el Parlamento de Estrasburgo. Mientras la mayoría de la sociedad española sigue sin entender cómo se quiere perdonar a quien pretende un referéndum de autodeterminación y otra declaración unilateral de independencia, Sánchez tuvo que escuchar, sentado, a escasos metros del atril, como Carles Puigdemont le amenazaba con tumbar su Ejecutivo si no daba los pasos acordados. Nunca un presidente del Gobierno de España recibió tal humillación en sede parlamentaria.
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