Por
  • Francisco José Serón Arbeloa

Algunas claves

Algunas claves
Algunas claves
M. STUDIO

Empezaré con la siguiente afirmación que de hecho resume un poco lo que les quiero contar hoy. Ahí va: hay mucha gente y por lo tanto hay muchos de todo y para todo.

Como resultado de nuestra evolución, somos seres sociales que estamos condenados a sentirnos, empatizar y comunicarnos para establecer relaciones con los demás. Sin olvidar que tenemos la capacidad de actuar en base a futuros que nos imaginamos y que pueden ocurrir o no ocurrir.

El mundo mental de un ser humano es el resultado de la percepción (interpretación) de la realidad generada a partir de sus sentidos y que después la adapta a sus propias necesidades a través de sus personales experiencias vivenciales y culturales, es decir, construye su propia realidad o punto de vista y, por lo tanto, el resultado no tiene por qué coincidir con la realidad o punto de vista de otro.

En los debates sociales y políticos deberíamos tener en cuenta que hay problemas para los que no existe una única solución válida

Todos nosotros estamos continuamente resolviendo problemas y tomando decisiones, pero muchos de esos problemas no tienen solución única, por lo que la lógica ordinaria no sirve. Se puede decir que ese tipo de problemas no se resuelven utilizando una fórmula que sea correcta. Distintas personas pueden dar diferentes soluciones y todas pueden ser válidas (plausibles). Por ejemplo, el diseño de un anuncio publicitario para un producto concreto hecho por diferentes compañías que se dedican a la publicidad, o la elección de un cierto partido político para dirigir una sociedad. En este tipo de situaciones, alguien toma la decisión: en el primer caso, normalmente el que paga, y en el segundo caso se recurre a lo que decide la mayoría en el caso de las democracias.

Como afirma Vanessa Carreño Andrés en su blog: a lo largo de nuestra vida acumulamos creencias y opiniones y nos atamos a ellas como si nada pudiera ser diferente. Y a partir de ahí, si surge un conflicto y alguien no está de acuerdo con lo que pienso, lo vivo como si me estuviera atacando a mí. De hecho, se nos hace difícil entender por qué los demás ni piensan ni ven las soluciones de la misma forma. Por ello nuestra reacción es como si quisiéramos protegerles de su equivocación y llevarlos por el buen camino: el nuestro.

Cada uno podemos hacernos nuestra idea sobre qué es lo mejor, pero no necesariamente será compartida por los demás

Y para afirmar con más rotundidad lo dicho, basta con mirar las librerías recordando una reflexión de la psicóloga Jenny Moix Queraltó: "Muchos libros llevan por título frases del tipo cómo convencer a los demás, pero no existe ninguno que se titule cómo ser convencido".

En problemas sociales, que recordemos no suelen tener solución única, todos tenemos nuestras propias razones, y hay que tener claro que nada es cierto, más que en la mente de quien lo piensa. Una posible solución para avanzar y salir del atolladero sería intentar escuchar a los demás, no querer imponerles nuestras ideas y buscar consensos.

También es verdad que en este tipo de desarrollo conceptual que he hecho, no he entrado en que una cosa es lo que uno puede opinar internamente y otra es la opinión que vamos a manifestar y que suele ser aquella que nos va a proporcionar mejores resultados, normalmente de utilidad, poder o económicos. Esto motiva el que la solución de ciertos problemas complejos se transforme en un mercadeo infame de intereses entrecruzados que no tienen nada que ver con lo dicho hasta ahora, y que algunos pueden entender como que los he desarrollado mediante una simplificación del mundo real en la que la comodidad, el autoengaño, el egoísmo, la sumisión interesada o el servilismo no existen.

Efectivamente, eso es así, pero una cosa es lo que hay, y otra lo que podría haber. No se puede hacer nada para cambiar lo que ya pasó, pero sí se puede hacer mucho para cambiar lo que viene, basta con intentar no huir de la incomodidad, ni de la búsqueda incansable del por qué, en actuar con solidaridad, en vivir con desinterés, y en ciertas ocasiones con insumisión.

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