Orgullo patrio

Orgullo patrio
Orgullo patrio
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Del afecto entre la ciudadanía nace el que se tiene por la cultura y los símbolos que definen y representan a la comunidad. Tal aprecio incluye rasgos esenciales como el sistema político, el humor, o los modos de abordar el amor y la muerte, a la vez que incorpora caracteres anecdóticos, como amar el idioma materno, apasionarse por las selecciones deportivas, o celebrar el Nobel concedido a un compatriota.

La concepción anterior se sitúa entre dos discursos antagónicos. Para uno de ellos, en el que, según sus variantes, se escuchan resonancias cristianas, marxistas y anarquistas, la patria y la nación no merecen afecto, sino aversión, consideradas como instrumentos que imponen privilegios, en detrimento de la fraternidad universal. Por el contrario, el otro discurso, el del nacionalismo, defiende una patria excluyente, cuya defensa puede exigir la vida de sus miembros. En la versión más genuina de esta ideología, el amor a la patria domina al que se profesan las personas.

Personalmente, estoy más cerca del primer discurso, pero no tan lejos del segundo como quizás querría. Esto significa, por ejemplo, que en el ‘Todo por la patria’ de la Guardia Civil yo no veo más intención que la de su demostrada entrega diaria a la gente, venga de donde venga; si bien, no dejo de compartir el respeto por la bandera que pende en sus instalaciones.

A la vez, por poner otro supuesto, sé que en mi rechazo a que los acuerdos entre dos partidos españoles sean ‘verificados’ por personal extranjero hay algo más que confianza en nuestro Estado de derecho. Hay también orgullo patrio.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Javier Usoz)

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