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El informe PISA (por sus siglas en inglés) –Programme for International Student Assessment– es un estudio en el que participan unos ochenta países y que permite evaluar las competencias educativas de los estudiantes al término de la ESO.

A los alumnos se les examina de lectura, matemáticas y ciencias y en esta última y octava edición la nota de España puede calificarse como mala. El retroceso, atribuido a los efectos de la covid, se ha dejado notar en los países de la UE, no así en las naciones del área asiática (Singapur lidera el ‘ranking’), que han mejorado sus resultados. Aunque Aragón se ha situado por encima de la media española, la habilidad en el manejo de los datos ha permitido que no haya autonomía que no interprete que destaca en alguna parte del estudio o que, en su defecto, justifique sus medias gracias a la comparativa con otro territorio peor parado.

El último informe PISA, afectado por los efectos de la covid, confirma la fragilidad del sistema educativo

"Hace cien años –según explica Pedro Baños en su libro ‘La encrucijada mundial’, todo un superventas nacional–, entre las diez primeras (universidades) aparecían ocho alemanas y dos británicas. El centro del conocimiento estaba en Europa". La evidencia confirma un desplazamiento de la industria del aprendizaje hacia otros continentes. Así, "poco a poco los estadounidenses ven amenazado su estatus privilegiado. Las universidades norteamericanas –insiste Baños– observan con desconfianza e inquietud el avance de las universidades de China, por no hablar de los estudiantes chinos que cada vez ocupan más plazas en todas las facultades del mundo, sobre todo en las de Ciencia y Tecnología...". Hay mucho más de geopolítica y estrategia detrás de la educación de lo que podría imaginarse, por lo que quedarse fuera de la batalla por la defensa del saber no hace sino desposicionarnos internacionalmente, convirtiéndonos en una zona sujeta a la influencia de terceros países.

Quizá lo más sorprendente del estudio PISA sea la confirmación de la fragilidad de los sistemas educativos y la importancia de contar con un modelo que resista las muchas adversidades que condicionan la formación. La suspensión de las clases durante la pandemia, tal y como se preveía, ha alterado los resultados, pero este informe de la OCDE también refleja problemas serios, como la existencia de una brecha que habría que corregir entre población nacional e inmigrante y los saltos en el aprendizaje por las diferencias socioeconómicas. 

El retroceso, atribuido a los efectos de la covid, se ha dejado notar en los países de la UE, no así en las naciones del área asiática

El ejemplo del examen PISA, sobre el que, con las competencias de educación transferidas a las comunidades, la ministra Pilar Alegría ha eludido un escrutinio más profundo al señalar que España "se sitúa en niveles similares a las medias internacionales", ilustra a la perfección la convivencia con una nueva etapa de fragilidad e incertidumbre en la política nacional. Desde las decisiones más básicas hasta cuestiones estructurales como la defensa de la independencia judicial se detecta una abierta falta de seguridad y consenso. Atreverse a sentenciar qué ocurrirá con la presente legislatura no deja de ser –sin ir más lejos– un atrevimiento. Tal es así, que esta semana, las dudas sobre el futuro del Ejecutivo se elevaban un punto más al conocerse el anuncio de Podemos de desgajarse de Sumar.

Saber por qué se adoptan ciertas decisiones, permitiendo reconocer su trazabilidad, es una de las bases sobre las que deberían asentarse los modelos educativos. Condicionados por demasiados vaivenes y oportunidades políticas la falta de acuerdo en un asunto tan determinante y frágil como la educación solo rebaja su naturaleza estratégica. 

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Mikel Iturbe)

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