Por
  • Daniel H. Cabrera Altieri

¿Todos hablamos de la inteligencia artificial?

Una representación de la inteligencia artificial generada por inteligencia artificial
Una representación de la inteligencia artificial generada por inteligencia artificial
Dall-E

La inteligencia artificial se ha convertido en un tema popular en la opinión publica desde que hace un año, el 30 de noviembre, se publicó Chat GPT. Según Open AI, la empresa que lo desarrolló, actualmente cien millones de personas lo utilizan semanalmente y cuenta con más de dos millones de desarrolladores. 

Pero, tal vez, su efecto más importante es que desde entonces todos hablamos de inteligencia artificial (IA). Y no dejan de aparecer decenas de noticias alarmando de sus amenazas o gurús hablando de sus oportunidades. Y mientras, ¿qué hacemos con Chat GPT? Básicamente entretenernos y sacar algún provecho, pero la realidad tiene otra cara.

Debemos aclarar con qué elementos tecnológicos podemos mejorar como humanos y contra cuáles deberemos organizarnos como sociedad

Cada vez que lo usamos estamos contribuyendo al extractivismo gratuito de información existente en formato digital (textos académicos, literatura, información de múltiples fuentes) creada por personas e instituciones y que ha costado mucho dinero y esfuerzo. Y, además, mientras nos divertimos, cumplimos un rol fundamental: entrenar los algoritmos para su mejor funcionamiento.

Muy distinta sería la realidad del Chat GPT sin la extracción masiva de datos y sin el entrenamiento que introducen millones de usuarios. El extractivismo de datos y su uso continuado para mejorar la efectividad de servicios ‘on line’ no es nuevo, sigue el modelo digital exitoso implantado por Google (Zuboff, Morozov) y seguido por las redes sociales y aplicaciones.

La historia de los seres humanos se escribe con y contra sus tecnologías. Este mismo texto llega al lector con el uso de infinidad de innovaciones tecnológicas, comenzando por la escritura. Pero también la historia nos muestra que el debate contra las tecnologías es una disputa de poder.

La inteligencia artificial,
como otras invenciones anteriores, está ya reorganizando las relaciones de poder

Cada tecnología reorganiza las relaciones de poder dentro de la sociedad. Con la escritura surgieron los escribas, las leyes escritas, la lectura, las escuelas, los maestros, los letrados, la democracia tal como la conocemos, solo por nombrar algunas instituciones y oficios. Con el petróleo y la electricidad vinieron los coches, los aviones, la radio, la televisión, el cine, el teléfono, la producción fabril y, con ellos, el periodismo, el marketing, las relaciones públicas y la política moderna, un tipo de empresas y empresarios, el dinero abstracto. Y con lo digital, entorno a los años noventa del siglo pasado, el capitalismo se reestructuró en torno a la información (Castells) y a las plataformas (Srnicek) en un camino en el que nos encontramos. Y en medio de ese cambio radical, y desde sus profundidades, surge la inteligencia artificial como un nuevo motor de innovación y de poder.

Con y contra la inteligencia artificial definiremos lo que sea justo, verdadero, bello, valioso y deseable en la sociedad y el planeta en el que vivimos y que dejaremos a nuestros sucesores. Para ello, deberemos aclarar con qué elementos tecnológicos podemos mejorar como humanos y contra cuáles deberemos organizarnos como sociedad. Organizarse para comprender la situación y para que se establezcan nuevos derechos y obligaciones, nuevas regulaciones y, sobre todo, nuevas prácticas alternativas de apropiación tecnológica que vayan más allá de las prescritas por las grandes empresas. Buscar, comprender y organizarse socialmente como una táctica frente a las poderosas estrategias empresariales, porque, cuando se trata de la humanidad y de su mundo, no todos hablamos de la misma inteligencia artificial.

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