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  • Miguel Cortés Mingote

El azar y el guiñote

Alfombra de serrín realizada hoy en Aguaviva en representación del guiñote.
Alfombra de serrín realizada hoy en Aguaviva en representación del guiñote.
Heraldo

En las partidas de guiñote surge, de forma redundante, la suerte o la mala suerte como elemento determinante del resultado. Es una circunstancia, casi siempre festiva, que concurre en todos los juegos de cartas: quien gana atribuye la victoria a su habilidad y quien pierde a la mala suerte.

Ahora, sin embargo, basándose en el cálculo matemático de probabilidades, se quiere elevar ese azar en el guiñote a la categoría de mito, pasando por alto algo elemental: el azar no es un mérito ni un demérito de los juegos de cartas, es un componente esencial de su naturaleza, al igual que el oxígeno y el hidrógeno son elementos inseparables del agua, o el cloro y el sodio lo son de la sal.

Los cálculos matemáticos merecen todo nuestro respeto y, sin duda, son imprescindibles para las aplicaciones ‘on line’, los algoritmos o los videojuegos. Pero, precisamente por ser matemáticos y exactos, esos estudios aritméticos no pueden contemplar el factor humano.

Mallarmé tituló uno de sus poemas como ‘Una tirada de dados jamás abolirá el azar’. ¿Quién no estará de acuerdo con esta afirmación? Tan de acuerdo como el hecho de que los dados, la lotería, la ruleta o el bingo (salvo que estén trucados) no dejan ningún margen para la habilidad. En cambio, en el juego del guiñote, una buena o una mala jugada modifican la suerte o, al menos, nos brindan, con la partida de vueltas, una nueva oportunidad.

El filósofo alemán Schopenhauer plasmó lo anterior en una frase genial: "El azar reparte las cartas, pero nosotros las jugamos". Se refiere a la vida, pero es plenamente aplicable a nuestro juego tradicional. La habilidad intervine, ¡ya lo creo que interviene!

Aunque, realmente, poner el foco en el azar o en la habilidad y disertar sobre el predominio de uno u otra es como discutir sobre el sexo de los ángeles. El azar y la habilidad son dos catalizadores del juego. El azar permite al jugador menos habilidoso tener su momento de gloria. La habilidad concede, a todos, un momento de satisfacción, porque todos buscamos ser el más ‘listo’ de la partida. Seguramente, ahí radica el atractivo del juego… y el argumento para la discrepancia.

Para conseguir que el juego del guiñote sea declarado Bien de Interés Cultural habrá que estudiar y documentar su arraigo en la cultura y tradiciones del pueblos aragonés

Pero, en mi opinión, encumbrar el azar no favorece la declaración del guiñote como Bien de Interés Cultural. La habilidad, al menos, atañe a la persona, y por tanto a la cultura. Seguramente, esa declaración, tan buscada, tiene que ir por otros derroteros.

La Real Academia de la Lengua Española define la cultura popular como "el conjunto de las manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo". Es plenamente consecuente y acertado, por tanto, que el legislador pida un estudio historiográfico y un estudio etnográfico para declarar el juego del guiñote Bien de Interés Cultural, de modo que esa declaración no quede al azar de un capricho político, sino a la acreditación académica de que el guiñote es una tradición del pueblo aragonés.

Muy probablemente, esos estudios historiográficos y etnográficos demostrarían el arraigo del juego durante siglos en Aragón y la práctica del juego entre plebeyos y aristócratas, ricos y pobres, letrados e iletrados, mujeres u hombres... El guiñote no discrimina ni por sexo ni por fortuna ni por estudios.

¿Desde cuándo se juega al guiñote en Aragón? ¿En cuántos pueblos de Aragón es una tradición echar una partida después de comer, en casa o en el bar? ¿En cuántos se sigue celebrando un campeonato de guiñote durante las fiestas? ¿Cuántos siglos lleva siendo el guiñote un elemento de ocio y entretenimiento y un estímulo que favorece las relaciones personales, aunque a veces, como en toda relación social, genere alguna discusión?

Esas y otras preguntas serían contestadas por un estudio universitario de nuestro juego tradicional. Basta que alguien con conocimientos se anime a realizarlo y que algunas entidades y asociaciones aragonesas, sobre todo aquellas que ya obtienen beneficios del guiñote, estén dispuestas a prestar el apoyo económico necesario.

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