En un entorno natural complejo y delicado como el de los Pirineos el buen estado de los ríos, evitando los vertidos contaminantes, es esencial. Sin embargo, el Plan Integral de Depuración de aguas estuvo demasiados años atascado entre proyectos sobredimensionados, crisis económicas y disputas políticas y administrativas. 

Se reactivó al fin en 2019 y ahora todo indica que va camino de alcanzar sus principales objetivos en 2027. Será una buena noticia que sea así y que se depure para entonces, como está previsto, el 92% de la carga contaminante que se genera en las poblaciones.

Han pasado ya treinta años desde que el Gobierno central declarase de interés general el plan para depurar las aguas residuales que se generan en las poblaciones pirenaicas, para cumplir la normativa europea y para defender la salud de los ríos de montaña en un entorno de especial valor ecológico y paisajístico. El plan inicial, con un presupuesto de 358 millones de euros a lo largo de veinte años, comenzando en 2010, se atascó en 2008, en parte por la crisis económica y también porque incluía en algunos casos depuradoras sobredimensionadas y por dificultades y discrepancias en la gestión. Se llegó al absurdo de que algunos municipios fueran sancionados por la CHE por no disponer de una depuradora que debería haber construido la DGA. Solo en 2019, el Gobierno de Aragón estuvo en disposición de desbloquear el plan y se comenzaron a adjudicar de nuevo obras para las plantas previstas. Después de tan larga dilación, resulta esperanzador que ahora el Instituto Aragonés del Agua valore positivamente el avance de los diferentes proyectos, que incluyen depuradoras en 19 localidades relativamente grandes y otras 90 en pequeños núcleos. La salud de los ríos pirenaicos y la belleza y el atractivo de nuestras montañas son valores que los aragoneses debemos defender.