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Cartas al director de HERALDO: El estancamiento de España y de Europa

El estancamiento de España y de Europa
El estancamiento de España y de Europa
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El estancamiento de España y de Europa

Al final de esta legislatura habrá pasado medio siglo desde que fuimos a las urnas tras el final de régimen anterior. En este tiempo, el mundo no se parece en nada, pero la clase política no ha evolucionado a fin de adecuarse a las transformaciones de la sociedad. 

El bloqueo es la norma política de los unos y de los otros. Las experiencias con nuevas formaciones políticas no han dado resultado. La corrupción ha hecho mella, impidiendo avanzar en las reformas que deberían haberse realizado. La Justicia es, desde hace tiempo, la protagonista de la vida pública. Es imposible avanzar, ante tanto obstáculo, ya sea por soberanismo, malversación, etc., reproduciendo acciones del pasado. El club europeo hoy no es el mismo organismo que tuvimos cuando nos incorporamos. La burocracia y el conformismo son la impronta que presentan actualmente Europa y España, sin haber entrado en el siglo XXI. El choque ideológico está garantizado, como formas nuevas de intentar transformar la sociedad. Hay ejemplos de muchos países. Queriendo o sin querer, reproducimos los errores del pasado. "Que inventen otros", dijo Unamuno en 1906, añadiendo "que ellos y nosotros nos aprovechemos de sus invenciones". De momento, esas innovaciones no las vemos por ningún lado. ¿Cuánto tiempo podremos aguantar en la situación actual? La UE es un club del pasado. Otro ejemplo lo tenemos en los fondos Next Generation, que no han supuesto ninguna transformación significativa de Europa. Mientras, la longevidad se abre paso y hablar de juventud en la otrora primera economía del mundo es remitirnos a tiempos pasados. Cada siglo tiene la referencia del territorio que mueve el planeta. El siglo XXI no parece ser el del viejo continente. ¿Serán capaces los líderes políticos y económicos de sacarnos de esta aseveración?

Pedro Marín Usón. ZARAGOZA

Mujeres y olas

Siempre he saltado las olas. De niña me gustaba que mi padre, en las más altas, me cogiera y subiera hacia arriba para saltarlas junto a mis hermanas. Mi madre estaba vigilante desde la orilla. Hoy ellos ya no están (con nosotros) y la sensación de sentirme protegida no es la misma. Las arrugas, las canas, la falta de agilidad me hacen saber que el tiempo ha pasado, me cuesta brincar las olas. He tenido la suerte de tener mujeres a mi lado, con las que, ayudándonos, hemos saltado las olas de la vida, a veces en calma y otras salvajes, llorando a menudo. La amiga de la infancia con la que las horas pasaban volando en un mundo de fantasía; las de la pubertad, cuando comer pipas sentadas en un peldaño significaba libertad; las de la adolescencia, que siempre estaban en los amores y desamores, las risas y las mentiras, las alegrías y las tristezas. En la madurez la vida se complica, vivir no es tan fácil y existen las pérdidas, la desolación, y no ves salida a los problemas y piensas que es el fin de sentir la felicidad, que no habrá pipas y risas, que esas olas enormes no las vas a saltar. Entonces aparecen ellas, mujeres fuertes, frágiles, valientes, generosas, que no dañan, que no compiten y no envidian, que me han rescatado en el fuerte oleaje de la vida, ayudándome a saltar las olas, como yo les he ayudada a saltar sus olas, porque lo más importante es que todas nos salvemos.

Macarena Zubiri Ara. ZARAGOZA

Nunca es tarde para aprender

Los nacidos en las décadas del 50 o el 60 del siglo pasado, fuimos a la escuela hasta los 14 años, sacando el Certificado Escolar, después llamado Graduado Escolar. A nuestros padres no les llegó, antes de los 14 años tenían que ir a trabajar para aportar algo a la escasa economía familiar de guerra y posguerra. En la calle jugábamos a muchos entretenimientos infantiles, ya desaparecidos; no volverán los niños a correr por las calles ni a juntarse aprendiendo a convivir. Los escolares de aquellas dos décadas no tuvimos acceso a la universidad. Con 14 años, a trabajar, después la mili, para casarnos entre los 25 y los 30, con obligaciones, responsabilidades, hijos y los problemas, que nunca nos faltaron, pero crecimos sin vicios ni tecnologías ni móviles ni ‘play station’ ni ordenadores, pocos eran los privilegiados que tenían televisión. Ahora somos abuelos, metidos en la tercera edad, hay viajes del Imserso, hogares del jubilado, entretenimientos varios, bailes de salón, bingo, etc. Pero para mi sorpresa, en los pueblos se ha impulsado la Universidad de la Experiencia, un lujo para este colectivo. Nos vienen profesores de la Universidad e incluso catedráticos, las clases son muy amenas, sin ningún esfuerzo, con diapositivas, imágenes e incluso cine, se desarrolla la clase para que todos la entiendan. No hay que tomar apuntes ni estudiar para exámenes ni preocuparse por aprobar. Es una fuente de sabiduría que, aunque tarde, nos permite aprender por nuestra propia superación, para tener las células nerviosas activas y que no mueran. La consciencia y el conocimiento nos mantienen vivos, autónomos y válidos; si perdemos la cabeza, para qué queremos pies.

Mariano Remiro Monteagudo. ÉPILA (ZARAGOZA)

A corazón abierto

Tengo 74 años y el pasado 10 de noviembre fui intervenido de un cambio de válvula aórtica y un baipás, en las llamadas operaciones a corazón abierto, esas en las que te rompen el esternón y duele. Debo dar las gracias a todo el personal del área de Cirugía cardiovascular del Hospital Miguel Servet, por todo, en atención personal, tanto física como psicológica, desde el cirujano Dr. Bellido hasta el último celador. Afortunadamente tenemos muy buenos profesionales en Aragón. Mi paso por la 5ª planta ha sido excelente en todo, al quinto día de la operación estaba en casa y al día siguiente, ya a caminar y empezar la recuperación. Gracias.

Carlos Arnaudas Álvarez. ZARAGOZA

Apagados navideños

Pongo la televisión y aparece la noticia del encendido del árbol navideño de Madrid, como si nos fuese la vida en ello. Competimos entre ciudades a ver qué árbol navideño es más grande, a ver en qué ciudad se ponen más luces o en cuál suenan más las canciones navideñas… Estamos enfermos cómo sociedad, llenos de contradicciones, vacíos de valores y moral, así como de fe, no sabemos ni qué celebramos, cada año llega todo antes. Pues, señores, celebramos el nacimiento de Jesús y para ello queda un mes. Y estas acciones están reñidas con esa otra religión llamada ‘sostenibilidad planetaria’. Sólo se piensa en el dinero, en el consumo, pero un consumo no responsable, haciendo que nuestros menores sean egoístas y egocéntricos. ¿Esta es la sociedad que queremos a futuro? En fin, ¡feliz Navidad!, ¡feliz Consumo!

Ana María Benito Hernando. ZARAGOZA

Las cartas al director no deben exceder de 20 líneas (1.500 caracteres) y han de incluir la identificación completa del autor (nombre, apellidos, DNI, dirección y teléfono). HERALDO se reserva el derecho de extractarlas y publicarlas debidamente firmadas.

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