Por
  • Juan Antonio Frago

¿Y la salud del idioma?

¿Y la salud del idioma?
¿Y la salud del idioma?
V. Meneses

En los últimos años esta pregunta no ha sido ajena a la especulación lingüística ni a los foros académicos, lo cual supone que hay quienes piensan que no la tiene buena o temen que pueda perder su vigor. 

Ahora bien, aunque quizá no habrá nadie imaginando para el español una escena como la de Ascoli encuestando al último hablante románico de la isla dálmata de Veglia, sí late la creencia en el riesgo de desgajamiento del tronco común de alguna variedad del mundo hispánico, mirando de soslayo a la parte americana. De otro modo, ¿a qué tanto insistir en la cuestión de la unidad del idioma? Los académicos fundadores de esta manera se expresaban en el ‘Autoridades’: "Nuestra lengua, que hasta ahora, aunque mui antigua, no ha padecido debilidad alguna en su ancianidad". En 1966 Emilio Lorenzo publicó ‘El español, lengua en ebullición’, y, casi sesenta años después ¿alguien ha notado en su habla algún gran cambio, o la ha sentido en "ebullición"?

Se habla a veces de la salud del español como si nuestra lengua estuviese
en peligro o pudiera fragmentarse 

Al español americano un sociolingüista llegó a considerarlo ‘revolucionario’, cuando sus grandes innovaciones tardan siglos en hacerse generales, así el trato de ‘ustedes’, con pérdida de ‘vosotros’ y ‘vuestro’, o el uso de ‘se los’ por ‘se lo’ ("a ustedes ya se los dije eso"). La cuestión del género gramatical que apuntaba hace mucho en el mexicano ‘la demandanta’ o en la variación del sufijo ‘-ista’ en ejemplos bolivianos (‘los soldados realistos’, ‘el batallón realisto’, etc.), no tiene visos de alterar el sistema tradicional. A su vez, el castellano antiguo, con reducido número de lectores en el Medievo, vigoroso llegó al Renacimiento, cuando conoció las nuevas pronunciaciones consonánticas, aún vigentes hoy (por ejemplo, ‘México’ y ‘Texas’ se pronuncian con jota), y el triunfo del seseo andaluz, con lo que supuso su irradiación a Canarias y a América. Ninguna quiebra se siguió de todo ello, sino mayor grandeza para nuestra lengua.

A pesar de todo, la Academia ha pretendido haber salvado su unidad de los supuestos peligros que la acechaban al producirse la independencia continental americana, "un peligro al que la RAE ya dio respuesta en el pasado, con enorme inteligencia y eficacia". Por entonces los criollos sabían del hablar ‘castellano-colombiano’ y de las diferencias entre el lenguaje de América y el de España, mientras Bolívar pregonaba la hermandad en la lengua con el bando enemigo. A principios del XIX prácticamente nada pintaba en América la Academia, y a lo largo de esta centuria se prodigaron las críticas de los americanos culturalmente más conspicuos a esta institución, a la que negaban autoridad "para imponérsenos en materia de idioma", sin que faltaran las duras expresiones sobre la, para ellos, vetusta e ineficaz corporación. Aparte quedan la diatriba de José Martí en su vibrante ‘Académica’ y el menosprecio de Rubén Darío hacia la mayoría de los académicos y de la misma institución: "de las epidemias de horribles blasfemias / de las Academias, / líbranos, señor".

Pero lo cierto es que esos temores
no se han confirmado nunca y que el español sigue creciendo

Advertía Lázaro Carreter que "reavivaríamos sin sacar nada la vieja discusión de si nuestra lengua vive bajo la amenaza de la disgregación" (1994); pero son constantes las prédicas de que a la Real Academia Española le compete la salvaguarda de la unidad del español, para la que al parecer también supone un riesgo hallarse "en una fase de crecimiento explosivo", tratándose de un aumento demográfico de hispanohablantes en su gran mayoría endógeno. Sin embargo, el español ahí está, en una Argentina que en 1825 tenía 570.000 habitantes, alrededor de 1.200.000 en 1870, llegando a 4.000.000 en 1890 y a 7.888.327 en 1914, emigrados de todas las procedencias y lenguas.

De esta problemática me ocupé en estudio de 2019, pero recurriré ahora a las palabras de un sabio académico americano, hispánico hasta la médula: "Parece que fue Américo Castro quien dijo alguna vez: “la lengua se cuida sola”. Y a la luz de lo que ha sucedido a lo largo de 500 años de vida americana, me parece que tenía razón". A su opinión epistolar acudiré de nuevo, si trato de la cuestión del panhispanismo.

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