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  • Editorial

El maniqueísmo del candidato cautivo

El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, interviene durante el primer día del debate de investidura
El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, interviene durante el primer día del debate de investidura
Daniel Gonzalez

El candidato a presidente ha pronunciado un discurso de investidura más centrado en plantear una coyuntura maniquea frente a las «derechas retrógradas» (queriendo asimilar al PP con Vox), que en desgranar un programa de Gobierno con su plan económico para lograr la indispensable financiación. 

De este modo, Pedro Sánchez ha intentado ocultar su claudicación ante el independentismo erigiéndose como "muro frente a la ultraderecha". Tampoco se ha sincerado con los ciudadanos para explicarles que, en realidad, hay amnistía porque necesita un puñado de votos para continuar en la Moncloa. Sí que ha vuelto a repetir "que hay que hacer de la necesidad virtud", pero ha maquillado la tesis de que ‘el fin justifica los medios’ con que se trata de alcanzar la "reconciliación". Los hechos, sin embargo, están demostrando que la amnistía no mejora la convivencia. Hoy logrará la presidencia del Ejecutivo, pero los españoles solo tienen asegurada una tensa legislatura con un Gobierno sometido al chantaje permanente de una minoría de secesionistas.

En uno de los debates de investidura más broncos de la democracia española, exacerbado por Vox, Pedro Sánchez ha ofrecido un largo discurso de oposición a la oposición, como si se tratara de un debate del estado de la nación, culpando al PP de haber causado todos los males de España. Desde el arranque de su intervención, ha establecido un marco discursivo sustentado en la Carta Magna: hasta catorce veces ha repetido la palabra ‘Constitución’ en los primeros minutos. Sin embargo, habrá que ver cuál es el recorrido de la medida de excepción que pronto empezará a discutirse en las Cortes y que proyecta numerosas dudas sobre su constitucionalidad.

Está claro que en España no está habiendo ningún golpe de Estado, como ha afirmado Santiago Abascal, y que el presidente del Gobierno que presumiblemente saldrá hoy del Congreso es legítimo, pero sus cesiones generan un gran rechazo social y erosionan la separación de poderes. Además, la sesión parlamentaria ha servido para comprobar que los diferentes pactos del PSOE con fuerzas independentistas y nacionalistas no han conformado una auténtica alianza, sino que Sánchez logrará hoy sus votos a cambio de empezar a satisfacer las exigencias de sus socios en perjuicio de la mayoría de las autonomías. No comparten un proyecto político, ni una visión del futuro de la nación (cuya propia existencia niegan varios de los supuestos aliados), ni valores básicos como el principio de legalidad o la forma del Estado. El líder socialista ha vuelto a demostrar su capacidad de resistencia y de escabullirse del meollo de los problemas, pero debe saber que, rememorando a Miguel de Unamuno, vencer no es convencer. 

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