Sánchez y su hipoteca

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno en funciones.
Pedro Sánchez, presidente del Gobierno en funciones.
Fernando Calvo / Efe

Al presentar la proposición de ley de amnistía, paga Sánchez la entrada de su continuidad en la Moncloa. Pero solo es el comienzo, porque enseguida comenzarán a llegar los plazos de la hipoteca. Cercanías, impuestos, condonación de deudas, financiación privilegiada, relación bilateral al margen del resto de las comunidades autónomas, avances en el reconocimiento de naciones distintas de la española, pasos hacia un referéndum, etcétera. Porque ya para empezar habrá que aprobar los Presupuestos de 2024, por ejemplo, y el Gobierno necesitará para ello los votos de ERC y de Junts, los de los dos.

No está de más recordar que la amnistía se promueve en forma de ‘proposición de ley’ y no de ‘proyecto de ley’, entre otras cosas, para evitar que el texto tenga que ser examinado antes de llegar al Congreso por organismos como el Consejo de Estado o el Consejo General del Poder Judicial, que no podrían detener el trámite, pero sí retrasarlo y abochornar a quien lo promueve, aunque ya está visto que es inmune a cualquier sonrojo. La proposición anuncia en su título que busca «la normalización institucional, política y social en Cataluña». Está por ver que la consiga, pero desde luego ha provocado ya todo lo contrario en el conjunto de España. Nada es ahora mismo ni medio normal en la política española. Seguimos adentrándonos en un laberinto en el que andamos perdidos y al que no le encontramos la salida. Porque está cada vez más claro que quienes nos guían no la buscan. Están a otra cosa. A lo suyo.

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