Por
  • Jorge Sanz Barajas

Incondicionales

Incondicionales
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Al profe Perplejo le cuesta entender la palabreja ‘incondicional’. No halla en el castellano palabra más fea. A nadie se le ocurriría estampar su firma en un contrato en blanco con un banco, su casera o su jefe, pero está harto de ver cómo algunos entregan sin pestañear su fidelidad absoluta e incondicional a una enseña política. 

La incondicionalidad es uno de los rostros menos sutiles de la mediocridad. Es facilona y tontuna. Y confortable, porque te permite estar siempre alineado con los que nunca se plantean nada razonable. Diga ‘sí’ a todo lo que digan ‘los míos’, diga ‘no’ a todo lo que digan ‘los otros’ y estará abrazando la sinrazón. Perplejo reivindica pensar desnudo de banderas: enviaría a los redactores de argumentarios políticos al infierno de los retóricos y obligaría a los ‘puros’ a mancharse las manos de la tinta de seis periódicos distintos cada día. Perplejo reivindica la disidencia perpetua: condenar los atentados de Hamás y la barbarie criminal del gobierno israelí, rechazar las amnistías y aceptar los relatores y las mesas de negociación, penalizar las amnistías fiscales y también las condonaciones de la deuda a comunidades autónomas que no han sabido gestionar. Perplejo reivindica la libertad de disentir sin ser traidor, de consentir sin ser cobarde, de pensar sin ser ingenuo, de dialogar sin ser tibio, de buscar el bien sin ser buenista, de buscar lo común sin ser comunista, de comprender sin ser terrorista. A esto se le llama ‘libertad’, sin adjetivos.

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