Educación actual

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Heraldo

Durante las primeras semanas del curso dedico un tiempo a estudiar qué tipo de alumnos son a los que tengo que dirigir mi magisterio para obtener el mejor resultado. Parece que siempre es igual pero, al contrario, cada año es diferente. 

Y no solo porque siempre hay algún alumno, o varios, con peculiaridades propias que tienen un efecto de arrastre sobre los demás, sino también porque influye sobremanera qué y cómo han adquirido el conocimiento los años anteriores.

Desde hace algunos años mi docencia se centra en los últimos cursos. Esto me podría hacer pensar que los alumnos ya han tenido un tiempo de adaptación al mundo universitario y que su saber es equiparable año tras año. Pero vengo observando que esto no es así. Es más, estoy apreciando una tendencia clara a una disminución en la capacidad para relacionar conocimientos adquiridos durante asignaturas o cursos diferentes. Es como si cada nuevo concepto lo memorizaran, almacenaran si se quiere, en pequeños compartimentos cada vez más estancos y no supieran sacar provecho de unos para el aprendizaje de otros. Cuando comento esto encuentro opiniones para todos los gustos. Desde los que niegan la mayor hasta los que consideran que los jóvenes de hoy en día no se esfuerzan lo suficiente y no tienen en consideración a sus mayores. Parecen pensar que los jóvenes son unos tiranos que contradicen a sus padres y faltan al respeto a sus maestros. Pero esta última frase la dijo Sócrates hace veinticuatro siglos. No, no soy de esa opinión. Son igual que fuimos y lo mismo que serán los que les sucedan. Otra cosa es cómo estamos enfocando su aprendizaje, es decir, cómo estamos gestionando el sistema educativo.

No estamos consiguiendo que nuestros estudiantes sepan relacionar los conocimientos para aplicarlos a la solución de problemas

No sé explicar el porqué, pero detecto una falta de visión global del conocimiento aprendido. La naturaleza de las asignaturas que imparto es multidisciplinar, por lo que las respuestas deben estar caracterizadas por lo mismo. Pocas veces nos encontramos problemas tan sencillos que puedan ser resueltos aplicando una fórmula única. La formación académica lo que debe enseñar es a dividir un problema complejo en otros más simples, de resolución más fácil, pero que nos permitan reconstruir el caso original aunando todos los elementos. Cuando lo que se busca es una respuesta elemental y no se encuentra, se produce un bloqueo que impide avanzar. Hay que enseñar más cómo analizar las cuestiones y no tanto cómo obtener un resultado cuantitativo.

Cuando se critica el sistema educativo español, suele decirse que faltan horas de formación de asignaturas básicas, especialmente de lengua y de matemáticas. Puede ser cierto, pero creo que sería poco útil hacer leer toda la literatura española a los alumnos si, a la vez, no se ejercen sus capacidades comunicativas, orales y escritas. De poco serviría que los alumnos sepan resolver operaciones matemáticas complejas si no han sabido plantear el problema por no haber entendido para qué sirve cada una de esas técnicas de cálculo. Todos podemos recordar cuando éramos adolescentes y no encontrábamos sentido a leer determinada obra literaria o a aprender a hacer integrales. Y lo mismo puedo decir de aprenderse las valencias de no sé cuántos elementos químicos.

Las competencias que requiere el mundo actual tienen un carácter multidisciplinar y relacional

Debemos transmitir a los alumnos la utilidad de lo que están aprendiendo, que va mucho más allá de aprobar un examen. Las clases de lengua les deben servir para saber expresar con corrección y de forma comprensible el trabajo científico que han tenido que hacer en clase de química o de física. Las técnicas matemáticas sirven de verdad si entienden que tendrán que cuantificar muchas situaciones para poder tomar las decisiones más adecuadas, sea en su trabajo o en la valoración de la compra de un piso que les hipotecará durante treinta años.

Estamos impartiendo una formación excesivamente adaptada a la necesidad inmediata, que no es otra que ir superando hitos en el camino formativo, sean cursos, notas de corte o de otra índole. Pero nos estamos olvidando de que la educación es también formación, y no solo acumulación de información. Las competencias generalistas y muchas de las especializadas que se exigen a los que se incorporan al mundo laboral tienen un carácter más relacional que el que, en mi opinión, caracteriza a la educación actual.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Ana Isabel Elduque)

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